OPINIóN
Actualizado 01/10/2015
Agustín Domingo Moratalla

En la vuelta al cole hay un nombre que todavía resuena: José Ignacio Wert. Su alargada sombra se sigue proyectando en el ministerio, en los responsables autonómicos y en todo nuestro sistema educativo. Ochenta días después de su rocambolesca despedida en el mes de Junio, ningún responsable lo echa de menos en ningún ámbito, aunque sus iniciativas educativas están en marcha. La LOMCE sigue su laberíntico curso y la planificación de las universidades se sigue realizando con el despiadado, incoherente y absurdo decreto que llevaba su nombre.

Los nuevos responsables del ministerio han asumido la herencia y no saben como jugar para desandar el camino. Aunque la LOMCE tiene el rango de ley orgánica y su calendario parece inamovible, su aplicación y puesta en marcha está condicionada por una mayoría de gobiernos autonómicos dispuestos a boicotearla sin la mas mínima concesión, conscientes de que la comunidad educativa le tenía poco cariño a estas iniciativas del profesor Wert.
Los poderosos rectores de las grandes universidades españolas no le tenían ningún cariño, y no sólo por los recortes que puso en marcha al reducir la tasa de reposición del profesorado, modificar la política de becas, o promover el decreto de 3 + 2 con el que utilizaba argumentaciones economicistas para simplificar el valor de los grados. Había razones de otra naturaleza relacionadas con la minusvaloración de la imagen pública de las universidades como mastodontes administrativos gobernados como reinos de taifas mediante cuotas clientelares. Además, una parte importante de la comunidad universitaria no le perdonó que no pusiera en práctica las medidas que el informe de expertos le aconsejaban. Aún no sabemos si fue por su culpa o de Rajoy, que no quiso meterse en otro charco.
Los responsables autonómicos no se atrevieron a decir lo que pensaban en las correspondientes sectoriales. La redacción, gestión y tramitación parlamentaria de la LOMCE pasará a la historia como ejemplo de lo que nunca tendrá que ser una reforma. Primero porque no era la propuesta que militantes, bases y expertos educativos del PP habían promovido. Segundo porque los responsables educativos populares que durante dos legislaturas se opusieron a Zapatero fueron arrinconados, despreciados y maltratados. Tercero porque los responsables autonómicos de educación personificaron una doble moral: no se atrevieron a decir lo que pensaban y comulgaron con las ruedas de molino de los sucesivos borradores. Condicionaron su beneplácito al incremento de poder para distribuir tribalmente horas, materias y competencias.

Esta alargada sombra condicionará toda la campaña en Cataluña y lastrará la renovación de Rajoy. El nuevo ministro y su equipo se han armado de paciencia acordándose todos los días de Penélope, como si nuestra política educativa consistiera siempre en tejer y destejer

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >Ochenta días sin Wert