OPINIóN
Actualizado 01/10/2015
José Ramón Serrano Piedecasas

Eric Hobsbawn.

 

Vivimos momentos de extrema incertidumbre. Confusión en las propuestas políticas, pánico ante las "soluciones" económicas exigidas por los "organismos internacionales", desafección ciudadana respecto a cualquier formación partidaria, incluso aflora un soterrado cuestionamiento a una democracia deslegitimada por la corrupción (imparable). A tales incertidumbres se une la falta de opiniones lúcidas, de análisis comprometidos con el quehacer humano y no con el de los intereses particulares de tal lobby, colectividad o nación. Sin duda, vivimos momentos oscuros. Hobsbawm nace en Alejandría, su infancia trascurre en Viena, los estudios de secundaria los hace en el Prinz-Heinrich-Gymnasium de Berlín y la licenciatura y doctorado en el RU en el King's College (Cambridge). Uno, en fin, de los más importantes historiadores británicos y europeos. Falleció hace tres años. Entre su bibliografía destaca una monografía lúcida, desencantada, me refiero a la que titula, "The age of extremes: the short twentieth century (1914-1991)" (en castellano, ed. Crítica, 1998) De imprescindible lectura para los hastiados de las tertulias de la sexta, de la cuarta o de la primera; asimismo, de las editoriales del País, el Mundo o del ABC. No voy a hacer aquí mención de lo que cuenta que pasó, más bien, en su opinión, de las herencias que dejaron aquellos años trágicos. Herencias que hoy comienzan a ser disfrutadas con cierta amargura. Dos palabras, en todo caso, del entonces. El socialismo de Estado (modelo URSS) fue un total fracaso. Más aún, el socialismo de Estado traicionó al socialismo democrático e internacionalista. Cayó y cayó como fruta madura del árbol: "casi nadie creía en él sistema ?escribe- o sentía alguna lealtad hacia él, ni siquiera los que gobernaban". La Unión Soviética se vino abajo en una semana. Los ideólogos neoliberales que controlaban las políticas gubernamentales de EE.UU y el RU,  pusieron las coronas de laurel sobre sus cabezas. Proclamaron al mundo mundial: el "libre comercio" y la economía de "mercado libre" constituyen, desde ahora y para siempre, la pócima salvífica (Véase a Reagan, a Thatcher y, en broma, a Vargas Llosa)" Hobsbawm, nómada descreído, ve, al igual que aconteció con el socialismo de Estado, al capitalismo como un fracaso. "La creencia de que el comercio internacional irrestricto permitiría a los países más pobres acercarse a los ricos, corre contra la historia y el sentido común" Tenemos, al respecto, muchos ejemplos, se me ocurre. "La economía mundial es una maquinaria crecientemente poderosa y sin control ¿Podría ser controlada? Si así fuera ¿Por quién?" Hobsbawm no tiene respuesta a esa pregunta que el mismo se hace. En su lugar, pronostica una "balcanización de la política marcada por la xenofobia, el predominio de la identidad étnica y variados fundamentalismos". Nos suena, ¿verdad? Pronostica una inexistente respuesta a los dos problemas básicos que enfrenta la humanidad: el demográfico (10.000 millones de personas en el 2030) y el ecológico (cambio climático, deforestación, escasez del agua..) La utopía del "libre mercado", como en su día fue la del "socialismo de Estado", nada tiene que ofrecer, insiste. 

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