A ciencia cierta lo que sigue y lo que cuento resultará para muchos odioso. A saber, la Declaración Universal de los Derechos Humanos se promulga en Paris el 10 de diciembre de 1948. Su gestación arranca mucho antes, en la Inglaterra del siglo XVII con el Habeas Corpus Act, o con la Ilustración y la Revolución Francesa, por ejemplo. Incluso, sus semillas se deberían buscar en el norte de la India con Buda o en Judea con un Jesús de Nazaret hace dos mil quinientos o dos mil años. Seguro que existen muchísimos más precursores.
Disculpen las omisiones. Tal declaración dice que la persona, que el individuo posee unos derechos inalienables sea cual fuere su raza, su creencia, su condición social, su género, su opción sexual, su ideología, su discapacidad? Tal declaración ha supuesto un enorme avance en la conquista por la humanidad de la "humanidad". Humanidad es dejar atrás la selección natural: el pez gordo se come al pez chico. Humanidad es cooperación, altruismo e inteligencia. Lo contrario es discriminación, egoísmo y necedad. Humanidad implica desarrollo económico, social y cognitivo. O sea, cognitivo y por tanto social y económico. La razón lo primero, no las creencias. Me refiero a ese razonamiento que reconoce el mismo valor en uno que en otro. No hablo de estimaciones. Hoy sabemos que nuestros "yoes" se acuestan, cada noche, con sus padres, abuelos, ancestros, amigos, condiscípulos, etcétera. Como diría Amos Oz: "toda esa multitud comparte mi cama noche tras noche y pasea conmigo día tras día". Es decir, con sus genes y con sus memes. Uno somos muchos. Pensamos que somos uno y, en realidad, somos el producto de una herencia y de un aprendizaje. De unas morfologías que se pierden en la noche de los tiempos y de unas señas de identidad enseñadas, culturales, históricas. ¿Entonces? Entonces resulta que hemos nacido en Cataluña o en el País Vasco o en Escocia o en Quebec o en Flandes. Resulta que esas gentes hablan otra lengua, tienen otra memoria, otros relatos, otras identidades u otros intereses. Resulta que esas personas desean hacer su camino de manera independiente ¿Están en su derecho? Si nos atenemos a la Declaración antedicha habrá que convenir que están en su derecho. Los Derechos Humanos suscritos, al menos formalmente, por todos los Estados que integran las Naciones Unidas son un referente valorativo que está por encima de cualquier derecho positivo e incluso constitucional. Si existieran trabas legales que impidieran ejercer el derecho de la autodeterminación los gobiernos deberán eliminarlas. Existen precedentes al respecto (Reino Unido, Canadá) y los resultados han sido socialmente óptimos. Así pues, lo conveniente sería preguntar a los catalanes qué es lo que desean y si la mayoría se decanta por la independencia habrá que acatar tal decisión. Es deseable que tal consulta se realice con la mayor cautela a efectos de impedir cualquier clase de coacción ejercida sobre los que quieren quedarse o sobre los que quieren irse. Por desgracia, nuestros políticos están demostrando, por enésima vez, su fenomenal miopía. Unos invocando a los sables y a la intervención de aquella autonomía y otros convirtiendo unas elecciones autonómicas en plebiscitarias. Seamos inteligentes, preguntemos.