OPINIóN
Actualizado 26/09/2015
Eusebio Gómez

Un piadoso musulmán rezaba todos los días a Dios y le suplicaba una gracia especial. Un día se le apareció un ángel y le dijo: "Dios ha decidido no concederte lo que pides". Al oír este mensaje, el buen hombre comenzó a dar voces de alegría, pues sabía que su oración había llegado hasta Dios.

 Una de las grandes dificultades que encontramos es la de creer que nuestras oraciones no son escuchadas. Orígenes presentaba una objeción muy antigua: si Dios lo sabe todo y es inmutable, ¿a qué hacerle peticiones concretas? En un mundo moderno y secularizado una de las dificultades más frecuentes es la de preguntarse "por qué" y "para qué" orar.

 Somos hijos del mundo sensible, de lo que se puede ver y tocar, estamos pendientes del mundo exterior. El ser humano tiene la mente y el corazón en otras cosas y ya afirmaba  Pablo VI que "las condiciones mentales del hombre moderno no están habitualmente predispuestas para una búsqueda consciente ni para el conocimiento de Dios que nos es posible". Y el Papa se pregunta: "¿Por qué hoy la vida interior ? queremos decir la vida de oración? es menos intensa y menos fácil en los hombres de nuestro tiempo, es decir, en nosotros mismos?"

Aunque decíamos que orar es fácil, sin embargo hay millones de personas que encuentran muchas dificultades para orar. Las más frecuentes son: falta de tiempo, el temor, falta de fe, falta de amor, falta de humildad, perseverancia. Nos cuesta amoldarnos a la voluntad de Dios y comprometernos con el hermano.

Teresa hablará también de las dificultades que tiene el orante como las distracciones, la sequedad y la eficacia.  Las dificultades de la oración provienen, en definitiva, de la falta de fe y de la falta de amor a Dios. El cristiano está llamado a la santidad y así, pues, debe mantener una vigilancia firme y constante para no ceder a las atracciones y a la tentación que dentro o fuera le seducen y, a veces, le arrastran. Ante todo tipo de oración, la persona ha de orar y poner los ojos en Cristo. La victoria será como la de Cristo cuando, el cristiano  camine según el Espíritu, escuchando la palabra.

El cristiano no está libre de tentaciones, no está libre de no escuchar a Dios y a los otros y buscar su propio interés.

"No orar no es un pecado, es una desgracias", afirma J. Martín Velasco. Santa Teresa habla de las tentaciones que se tienen a los principios y de las que había tenido ella  (V 13, 1). La gran dificultad es la tentación de abandonar la oración. La tentación siempre acecha al ser humano en todas las etapas del camino, pero sobre todo en los comienzos. Comenzar con buen pie, corregir las deficiencias iniciales, triunfar en  el futuro, depende, en gran medida, de los primeros pasos. En el capítulo 12 y 13 de la Vida escribe ampliamente de las tentaciones y engaños. Entre los engaños más frecuentes están: la exaltación exagerada de la oración, el celo indiscreto y el deseo de caminar en solitario. La Revista Orar (n. 152)  está dedicada a estas tentaciones de las que quiero señalar especialmente tres: la exaltación exagerada de la oración, el celo indiscreto y la tentación de caminar en solitario.

La primera tentación es la exaltación exagerada de la oración.  Quien ha descubierto la oración como un tesoro, como algo importante, puede exagerar al creer que la oración es lo único que vale la pena, lo único que tiene sentido y, por lo tanto, a ella hay que dedicar todo el tiempo y energías. Y cuando se exagera, cuando no se controla la estima, fácilmente se cae en el fariseísmo, en el fanatismo y en el desprecio a los otros.

 Hay personas que al descubrir la oración carismática, u otro tipo de oración, el valor del silencio, o la oración contemplativa, desprecian otro tipo de oraciones. Así apuntan a la oración vocal como una oración de menor categoría. La diferencia no radica en el método con el que se ora, sino en el cómo se ora, es decir, si se hace con fe o sin ella. La oración vocal es igual que las otras, la oración vocal y mental van juntas, pues dice la Santa: "no me estéis hablando con Dios y pensando en otras cosas" (CE 38, 2).

La segunda tentación es el celo indiscreto. Quien descubre el poder de la oración y el gozo y consuelo que Dios regala al que ora, es normal que trate de imponerlo a los otros. Esta tentación es muy ordinaria, "la de desear que todos sean espirituales" (V 13, 8). El deseo de que todos sean buenos, es normal y esto mismo es lo que desea la persona para los otros, usando la fuerza, si fuera preciso. En este caso Teresa aconseja: "tenga las virtudes muy fuertes" (V 13, 8) y preocúpese sólo de sí mismo, "hacer cuenta que no hay en la tierra sino Dios y ella" (V 13, 9).

 Y en tercer lugar está la tentación de caminar en solitario. Caminar en solitario tiene sus ventajas, se va al aire que se desea, se puede avanzar más o menos; pero "gran mal es un alma sola entre tantos peligros. Por eso aconseja a los que tienen oración, en especial al principio, el procurar "amistad y trato con otras personas que tratan de lo mismo; es cosa importantísima" (V 7, 20). En cualquier arte, ciencia o trabajo, se necesita echar mano de un maestro. Éste orienta, guía, acompaña. Además del maestro está el grupo de apoyo, de aquellos que pasan las mismas dificultades y comparten sueños y esperanzas. Y esto es importantísimo no sólo para evitar los peligros y salir de ellos, sino para encontrar en los otros la fuerza y el ánimo necesarios para seguir caminando.

     Quien desee avanzar en el camino de la oración, deberá  pues orar: "no nos dejes caer en la tentación" o tentaciones, pues son muchas, como las arenas del mar. Quien ha emprendido el camino de la oración necesita "una determinada determinación" de no parar hasta llegar al final, de arrancar con grandes deseos y perseverar en el camino" (2M 3). Pero fácilmente nos cansamos de luchar.

Es necesaria la oración. Sin oración no hay crecimiento. La oración es la puerta para encontrarse con Dios, para alcanzar virtudes, para arrancar vicios. La oración nos ayuda a caminar, a abrir nuevos horizontes, a sacar fuerzas para mantenernos en la lucha.

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