Hoy traigo una pena que todo lo inunda.
La imagen de un mundo inhumano, que a todos golpea.
Una playa turca sí acepta la víctima de una guerra sucia.
La nana del agua durmió para siempre al niño de Siria.
El ara de arena ofrece a los dioses la sangre inocente.
Y solo la espuma con gesto de madre, le abraza y le besa.
Un gendarme lo recoge en sus brazos como frágil joya.
Con gesto distante, respeta su sueño y lo deposita en la tierra firme,
dejando, a la vista, la suma vergüenza de la raza humana.
Y también yo, en la distancia, que creo que me ampara,
soy culpable del drama infinito de tanta injusticia.
Mi terco egoísmo golpea siniestro a tanto inocente.