OPINIóN
Actualizado 24/09/2015
Toño Blázquez

Era viernes y andaba a mis labores de autónomo. Ya sabe,: ir, venir, buscarse la vida, en fin eso?Iba pensando cabizbajo en lo floja que anda la cuenta del banco cuando me paré en seco en la acera. Estaba encogido, las patitas plegadas en función de plegaria (aunque quede cacofónico). Se me griparon los pensamientos bancarios y quedé compungido, me entraron ganas de llorar, no sé, sentimental que es uno. Los ojillos cerrados. No parecía haber muerto hacía mucho porque era primera hora de la mañana y las plumitas tenían un brillito seco, sin ese aroma helador que ofrecen las madrugadas que tienen ya los deditos en el portal del otoño.

 Lo recogí con cuidado y sentí en el pulso como si acariciara una porcelana china del siglo XVI, única pieza de valor incalculable. Era aquella un alma sin otoño ya, cuyo vuelo y energía se quebró para siempre una aburrida mañana de septiembre. Los gatos no habían despertado aún felizmente. Un ramillete de altos arbustos ordenados trazan un semicírculo en el corralito verdoso que enmarca la rotonda. Lo llevé allí y lo tapé con unas ramitas, fuera de la mirada de viandantes y el olfato agudo de las mascotas  tempraneras. Y allí quedó, al abrigo del sereno por lo menos, en un verano crepuscular, enmarañado y frío.

 Por la tarde me fui a los toros. Raro que es uno tú.

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