OPINIóN
Actualizado 24/09/2015
Agustín Domingo Moratalla

El ministro de Educación se ha reunido con los responsables educativos de las comunidades autónomas, los rectores y las organizaciones cívicas especializadas en educación para organizar la integración escolar de los refugiados. Méndez de Vigo aplicará las directivas europeas y ha comentado que la integración de refugiados se producirá cuando resolvamos su escolarización.

Cuando conozcamos los términos de estas conversaciones, sabremos que encima de la mesa no sólo se ha puesto el número de refugiados asignados, sino las cuentas de esta integración. A partir de ahora, estas organizaciones cívicas y los responsables educativos tendrán cierta línea de crédito que antes no tenían para activar programas, planes e iniciativas destinadas a la integración socio-educativa. A menos que estos planes se ejecuten a coste cero, muchos pedagogos, educadores sociales y profesionales de la educación intercultural tendrán la oportunidad de ser contratados para promover una escolarización integradora. Antes de que la integración se produzca, entre padres, maestros y directivos escolares están emergiendo acaloradas discusiones sobre la gestión de las diferencias culturales, religiosas, formativas y sanitarias de los refugiados que vienen.
 
Ninguna ley educativa de los últimos cincuenta años generará tantas y tan importantes controversias como la aplicación de los planes de integración. Las anteriores leyes eran iniciativas autistas que preparaban para actividades, prácticas, y mundos que pertenecían al pasado. Eran iniciativas que medían competencias y habilidades relacionadas con utensilios y herramientas del pasado. Recuerden que las áreas de Tecnología o Informática que tantas horas quitaron a las Humanidades, adiestraban para aparatos cuyos códigos cambiaron fugazmente. Eran iniciativas alicortas que despreciaban el Latín, el Griego, la Filosofía y, en general, la saludable experiencia de los clásicos. La LOMCE puede ser leída como modelo de leyes hechas para un amnésico mundo tribal que ya se fue, y no para el incierto mundo cosmopolita del mestizaje que viene.
 

Con esta gestión emergerán los prejuicios educativos con los que educamos y exigirá que los argumentemos y justifiquemos públicamente. Además del buenismo amnésico de quienes consideran la integración como fenómeno mecánico, vinculado al incremento de matrículas, pupitres y homologación de títulos, también hay un buenismo cínico de quienes consideran que con la integración aparecerán las contradicciones culturales de las sociedades del bienestar. También tendremos que contar con el buenismo pragmático que administran ciertos medios de comunicación. Ninguno será suficiente para afrontar el desafío de grandes masas de población que llegan con ciertas vitaminas que habíamos dejado fuera del desayuno de nuestros hijos: juventud, vigor, decisión, ilusión y hambre.

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