OPINIóN
Actualizado 23/09/2015
Miguel Mayoral

La curiosidad es algo natural porque la gente siempre está ansiosa por conocer. Hace unos años la gente estaba ansiosa por conocer las propuestas concretas que el líder del centro-derecha iba a hacer para sacar al país de la crisis. De momento ya lo hemos visto en lo económico donde nos ha ido regular. Pero con el secesionismo la estrategia electoral consistente en arriesgar lo mínimo y huir de los compromisos precisos, que responde a un concepto excesivamente cauteloso, que es a lo que hemos asistido estos últimos años, suele conducir a la derrota o a la victoria raspada; pues la claridad, la sinceridad y la firmeza dan mejores réditos en las urnas que la ambigüedad y la indefinición.

La desesperación de los españoles y su irritación tras legislaturas de disparates monumentales y errores de bulto han hecho que, a día de hoy, en Cataluña estemos como estamos. El ciudadano español está harto de sonsonetes y diretes, y al final se acaba pasando, y el que no pasa se lleva el gato al agua. Nuestra presente ruina material y moral es fruto de un marco conceptual y ético perverso en sus mismos fundamentos, que requiere una verdadera catarsis colectiva. En otras palabras, que nos hace falta una nueva estructura mental, o recuperar la verdadera, ya perdida,  en lo institucional, territorial y normativo, y alguien que esté decidido a emprenderla sin temor y sin concesiones.

El problema catalán o mejor dicho la farsa catalana es muy grave. Más grave de lo que parece a los mesetarios españoles, como nos llaman desde allá. Se ha dejado rodar la pelota, el famoso laissez faire, y se ha dejado inflar por parte de un granujerío político catalanista que se le ha dejado campar a sus anchas. Con el España nos roba se ha dejado crecer un fascismo nacionalista encubierto que ya tenía que estar cortado de raíz, y sus protagonistas en la cárcel. La democracia está secuestrada en Cataluña desde hace muchos años; desde que no se respeta la lengua del Estado, desde que se obliga a los comerciantes y empresarios a borrar todo vestigio de español, desde que se tolera que los libros de texto expliquen mentiras históricas o la historia inventada, desde que vas a visitar un monumento y de repente te cuentan la historia de papa pitufo y sus acólitos, una serie de disparates de los que incluso los propios y sufridos catalanes que viven fuera de Cataluña se avergüenzan. Digo fuera porque los que viven en Cataluña están adormecidos en una realidad virtual, teñida de un soterrado racismo. De momento se aprovechan de unos emigrantes que trabajan y cotizan, y que votarán, porque no conocen otra realidad, pero luego se les podrá culpar de todos los males para echarlos, porque no son de los nuestros. Técnica empleada por el nazismo y otros totalitarismos y nacionalismos, y tristemente muy usada y reconocida en muchos lugares del mundo en la actualidad. Hoy por hoy en Cataluña se vive en la sociedad de la desinformación, o de la información de ellos, la suya, pagada con el dinero de todos. Mientras aquí capeamos el temporal como podemos. Pero también convendría que se nos dijera cuánto dinero nos cuesta a los contribuyentes la dejadez de funciones de los políticos que nos gobiernan.

Es conocida la frase de Gramsci sobre el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad. Vivimos tiempos que nos demandan un optimismo basado en el coraje. Pero al final ante la farsa catalana si los gobernantes y las instituciones no exigen cumplir la legislación vigente a los máximos representantes de la administración, a los ciudadanos poca esperanza nos queda.

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >La farsa catalana