OPINIóN
Actualizado 23/09/2015
Emilio Pérez

Caminaba un día más de vuelta a casa. Era el primer paseo de la mañana, hasta que llegara el mediodía y recorriera nuevamente el camino hacia el colegio.

Se había convertido en una rutina agradable, que esperaba a diario para compartir con ellos, agarrados de las manos y con sus mochilas al hombro, las ilusiones, los juegos, los deseos y las conversaciones infantiles de sus fantasías y aventuras.
Se habían convertido en su razón de ser, por quienes luchar, madrugar, recordar partes de su vida y contarles mil historias, entre arrugas, canas y olvidos.

Historias que despertaban en ellos la curiosidad del pasado del abuelo, historias que aunque las escucharan varias veces, cada una de ellas tenía un matiz, un comentario, un detalle que las hacían diferentes. Lo escuchaban en silencio mientras brillaban sus ojos, sonreían curiosos y admirados, con preguntas que él siempre respondía con una sonrisa.

Era la mejor manera de revivir su pasado, de mantener viva la memoria y que solamente quedaban ya en el lugar de sus recuerdos y quizás la nostalgia.

Mientras paseaba pensativo, no era ajeno a la realidad que le acompañaba, a sus dificultades para llegar a final de mes. Después de tantos años de trabajo, esa agonía seguía presente: la incertidumbre del futuro de sus hijos, al anhelo continuo que sentía por comprobar que todo volvería a ser como antes.

Y con el mismo suspiro con el que ahogaba su miedo, sonreía a la esperanza que sentía de ser capaz, nuevamente, de afrontar cada dificultad, por dura que fuera, por larga que pareciera o tortuosa que se manifestara.

Ya eran varias crisis las que había vivido y todas pasaban, dificultades económicas que había afrontado y de las que se había repuesto, conflictos sociales en los que había participado para conseguir derechos.
Buscaba en sus experiencias las fuerzas e ilusiones para mantener la paciencia y la calma precisas y así soportar este nuevo ciclo.

Se sentía útil, necesario, fuerte y referente. Sentía que era un ejemplo para los suyos y eso lo disfrutaba y compartía entre consejos, opiniones y reflexiones que siempre eran positivas y realistas.
Seguía caminando de vuelta a casa, seguía recorriendo el barrio que lo estaba viendo envejecer, paseando por las calles en las que jugaron sus hijos y donde ahora lo hacen sus nietos. Orgulloso, satisfecho, ilusionado y dispuesto a estar ahí para ellos, por ellos y con ellos, siempre entre recuerdos.

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >Entre recuerdos