FERIA DE SALAMANCA
Actualizado 21/09/2015
Ana Pedrero

"Con sol de verano, con calor de verano, con un cielo insultante de azul y de verano, Salamanca despedía sus tardes de toros, la alegría de los tendidos, el murmullo de sus pasillos, la vida, ahora, siempre"

El verano regresó a La Glorieta para despedirse de la Feria 2015 antes de dar paso al otoño y al silencio. Con sol de verano, con calor de verano, con un cielo insultante de azul y de verano, Salamanca despedía sus tardes de toros, la alegría de los tendidos, el murmullo de sus pasillos, la vida, ahora, siempre.

Tarde de rejones y de fiesta, de alegría y bullicio en los tendidos, de empanada, embutido y vino en el cuarto, de pasodobles en las gradas, de flores en el pelo y encajes imposibles de domingo aunque fuera lunes. Tarde de caballos y gentío expectante para ver las monturas, a los caballos toreros de nombres ya míticos para los aficionados, como Pirata, Viriato, Napoleón o Beluga. Tarde de aficionados al toro y al caballo, de la veteranía de Pablo Hermoso, que no logró sus cotas más altas aunque dejó pasajes de su magisterio; el temple y la doma de alta escuela de Galán, que acarició la puerta grande, o el soplo fresco del joven Moura, que empañó con el mal uso del rejón de muerte una tarde en la que dejó ver muchas cosas buenas, sobre todo arrojo y entrega a manos llenas, que llegaron a los tendidos.

Unos tendidos que no se llenaron aunque era el día del patrón, a pesar del sol, del buen juego de los de Sánchez y Sánchez, a pesar de que venía el verano a despedirse de una feria taurina cuyo único vestigio será hoy la silueta de la Mariseca aún recortada en el cielo azul de Salamanca mientras el silencio se acomoda en los tendidos y en las gradas, se posa en el albero y en cada dependencia de La Glorieta.

No se llenaron, no. Tarde de público variopinto y de huecos en el cemento y en el alma por lo que van faltando cada feria; epílogo y cierre de un ciclo ya tachado en el calendario, ya pasado, ya memoria y recuerdo.

El verano regresó a La Glorieta para despedir la Feria 2015. Y atrás quedaban las tardes de sol y las de lluvia, los destellos y las sombras del toreo, la gloria de la puerta grande y el dolor de la sangre y de la herida, oro y plata en la enfermería; las tardes de expectación y decepción, el abrazo sincero y el reencuentro con los amigos, que siempre curan; los huecos que nunca ya nadie podrá llenar y esa extraña amalgama que se te junta en las tripas con la satisfacción de una nueva feria vivida y el recuerdo de otras ferias, de otros días, de otras tardes.

Hubo un día de San Mateo de mucha lluvia y gentío en que me robaron un beso bajo un paraguas en una barrera; un beso intrascendente y leve, limpio como el llanto de un niño, sin anunciarse como una sorpresa. Hubo un día de San Mateo de calor infernal en que me robaron unas gafas de sol al salir de la plaza pero nada se nubló en mi mundo. Hubo un día de San Mateo que viví muy lejos, cerca del mar, cerrando los ojos, imaginando La Glorieta vestida de fiesta y alegría como una novia en el día de su compromiso. Hubo un día de San Mateo en que sentí que Salamanca se convertía en mi casa y los amigos inventamos una patria con el nombre robado de un libro, Salamora, para los que vivíamos a caballo entre las dos ciudades, las tierras hermanas, el Duero y el Tormes, el hornazo y el vino de Toro.

Hubo un día de San Mateo en que el verano regresó a La Glorieta para despedirse de la feria antes de ser otoño y hojarasca, niebla. Con sol de verano, con calor de verano, con un cielo insultante de azul y de verano; con empanada, embutido y vino chasqueando en los labios, y las voces amigas tan cerca, tan de verdad. Con Sergio Galán acariciando la puerta grande y esa nostalgia que cada 21 de septiembre sentimos al abandonar la plaza para devolverla al silencio de su día a día y ponerla en brazos del largo y frío invierno, a merced de los vientos y de las lluvias, de las noches tan largas. Para descontar primaveras y deshojar calendarios hasta que el 25 de julio la Mariseca vuelva a proclamar a los vientos que habrá toros, que Salamanca vivirá su feria y su pasión, su vocación ganadera, su biblia taurina, la poesía no escrita de los sueños y de las decepciones, la cara y la cruz, y de nuevo septiembre ahí, las puertas abiertas.

Hubo un día en que el 21 de septiembre se convirtió en el inicio de la cuenta atrás. Epílogo y cierre.

Hace unas horas, cuando La Glorieta cerraba sus puertas y caía la noche y el silencio, comenzábamos a desandar el tiempo hasta la feria 2016, hasta la última luz del próximo verano y de un nuevo septiembre en los tendidos. Ahora, siempre, la vida.

Ana Pedrero

Fotografía: Javier Vegas

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