OPINIóN
Actualizado 19/09/2015
Julio de la Torre

"No hables a menos que puedas mejorar el silencio." Jorge Luis Borges

Eso me pase a mí, que no tengo nada que decir y cuando no se tiene nada que decir es mejor callar.

Un artículo lleno de silencio no sería soportado por nadie o casi nadie, más todos nos convertiríamos en autores o coautores al darle con nuestros pensamientos un contenido muy subjetivo y particular.

El silencio se ha convertido en una riqueza difícil de encontrar, pues aunque, en apariencia parezca que reina el silencio a nuestro alrededor y no seamos capaces de emitir sonido alguno existe siempre un parloteo incesante en nuestra mente, de ahí que se haya denominado "mente loro" o "mente mono" a aquella que no consigue parar y que incesantemente está manejando información e ideas.

Es tan poderosa la mente que puede mantenernos en un diálogo interno sin decir ni una sola palabra, sin que se nos escuche decir nada, tan solo ocupados, e incluso preocupados, con la cháchara mental a la que le hemos dado el poder de decidir y opinar.

Hay quien le basta con este diálogo consigo mismo y se encierra en él, sin que sean necesarios los demás, que ni entienden, ni quieren entender, los justos y acertados razonamientos de la mente.

Por otro lado, hay quien ha considerado que esta mente es la fuente de la mayor parte de sus desdichas y equívocos y suele pretender el silencio, el aquietamiento mental, para así lograr que surja, mucho más silenciosa, pues de susurros se trata, la voz de su corazón y de su alma.

No tengo nada que decir, pues tengo que escuchar. La capacidad de escucha, la ESCUCHA ACTIVA, es una actitud que se entrena y se practica. Con un oído en el exterior y otro en el interior, aquietamos la mente para percatarnos de las sutiles insinuaciones de las moradas internas.

Cuando una señora, durante un concierto, preguntó a Beethoven (por el oído bueno) si existía algo más celestial que la música, el compositor de Bonn le respondió ásperamente: "¡Sí, señora, el silencio!".

Quien se apodera de su silencio comienza un camino hacía su verdadera naturaleza y hacía la esencia de lo que verdaderamente somos.

Pero buscamos respuestas a todo. Y esa continua necesidad de buscar respuestas nos inunda la vida de preguntas que queremos sean respondidas.

Atrévete a observar tu mente y el diálogo interno e intenta aquietar la mente.

Da a los demás tu silencio para escuchar.

Ni que decir tiene que encontrarás más de lo andas buscando.

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