OPINIóN
Actualizado 19/09/2015
Ángel González Quesada

Que el liberalismo capitalista, ese inclemente sistema político-económico que rige en la mayoría de los países llamados 'civilizados', es totalmente incompatible con cualquier atisbo de humanidad, es una certeza que se reafirma cada vez que la realidad del mundo muestra la crudeza de la injusticia que la conforma. Y su hipocresía. Qué podría esperarse de un sistema corrupto hasta su núcleo mismo, un sistema interconectado por la hipocresía, la ocultación y el engaño, un sistema capaz de perseguir la verdad (Julian Assange, Edward Snowden...), o de proteger hasta el bochorno su corrupción (Hervé Falciani).

Poco a poco, cada gobierno europeo, después de proclamar los grandes principios humanitarios en que dice basar sus políticas de acogida y solidaridad, después de poner todos los gritos en todos los cielos contra los muros y las puertas cerradas, y de mostrar sus brazos abiertos a todos (vergüenza ajena y propia de esas fotografías con refugiados), va él mismo acotando progresivamente sus permisos (Alemania, Francia...), razonando sus protecciones interiores (España, Polonia...), entornando cada vez más sus puertas (Reino Unido, Italia...), variando sus leyes y elevando poco a poco sus muros para, tiempo al tiempo, convertirse muy pronto en remedos de lo que ayer no más anatematizaban (Hungría, Dinamarca...) con la flamígera espada de su hipocresía.

Lo que está sucediendo en el cada día más disparatado asunto de los refugiados en Europa, y las vergonzosas respuestas que están dando, uno tras otro, los países llamados occidentales, ha tenido un único provecho, que ha sido poner en evidencia la absoluta falsedad de las bases éticas y los principios morales en que dicen basarse los comportamientos de los gestores de ese libro de caja en que se ha convertido la acción política en los países europeos, y que es uno de los ejemplos más palmarios del embuste, el engaño masivo y el timo institucionalizado sobre los que se ha asentado la construcción política europea, sus tratados, sus acuerdos y sus espacios, y las mentiras y manipulaciones por las que se ha llegado a instaurar una política económica empobrecedora, insolidaria, mendaz y antihumana, destinada sólo a la rapiña y al robo.

Todos los gobernantes de estos países solidarios de boquilla están esperando que la situación parezca insostenible para dar el siguiente paso. Saben que "su" solución a la, para ellos, molestísima situación de los refugiados en Europa ha de tener la anuencia de la población de sus respectivos países, y que no será otra que la aplicada en otros conflictos y vergonzosamente repetida y existente todavía en muchos lugares: procurarse, mediante incursiones militares "controladas", territorios gestionados y vigilados por fuerzas internacionales en "misiones humanitarias" donde hacinar a los refugiados en campamentos más o menos permanentes, precariamente atendidos durante meses o años por conocidas organizaciones humanitarias, también convenientemente subvencionadas, con lo que alejarán el problema de sus agendas a base de aprobar ciertas partidas presupuestarias bajo el epígrafe "solidaridad internacional".

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