Llevamos un tiempo escuchando con escándalo que determinados prebostes de la Iglesia católica española siguen manteniendo un discurso de discriminación de la mujer, de desprecio al colectivo homosexual y de desautorización de las leyes del estado. Para algunos jerarcas de la Iglesia el mundo no ha cambiado nada desde hace dos mil años cuando las mujeres y los esclavos no eran considerados personas, dado que como decía santo Tomás las mujeres no tenían alma al ser creadas como una prolongación del hombre.
El sentido machista y misógino está bien acreditado en la historia de la Iglesia. Sin embargo, vivimos en otros tiempos y en 2013 resulta inaceptable que la Iglesia española pretenda ser un estado dentro del estado rechazando la legislación sobre el matrimonio igualitario y los avances en la igualdad de derechos que supone el matrimonio civil, el divorcio y el libre uso del control de natalidad. Conviene que los altos cargos de la Iglesia reflexionen sobre las terribles consecuencias que ha tenido para la mujer española las demandas de sumisión de ésta al hombre y la exigencia de la resignación cristiana ante los abusos reiterados físicos y sicológicos de muchos hombres.
En un mundo asolado por las catástrofes bélicas, el hambre y la desnutrición infantil, el paro y las injusticias sociales parece que a una parte de la Iglesia católica solo le importan "los asuntos de la bragueta" como se diría en castellano popular. La obsesión por el divorcio, el uso de anticonceptivos, el matrimonio para toda la vida está convirtiendo a los eclesiásticos en habitantes del planeta Marte, ajenos a los auténticos problemas de nuestra comunidad.
Si a eso añadimos las admoniciones retrógradas y franquistas de los medios de comunicación controlados por la Iglesia española nos encontramos con un panorama eclesiástico muy desalentador, nada propicio para el ejercicio del amor y la caridad que es la esencia del mensaje de Jesús.
No es extraño, por lo tanto, el retroceso de la Iglesia española en amplios sectores de la sociedad porque en verdad su mensaje no es de este mundo.