OPINIóN
Actualizado 15/09/2015
Cipriano Pablos

El verano termina ya?adiós verano, que cantaban Manolo y Ramón. Y con el verano termina el ambiente festivo nacional, aunque la fiesta nunca acaba, es como la crisis, pero con risas y alcohol. Eso que con tanta gratuidad llamamos cultura, nos ha llevado a implantar tradiciones de todo pelaje: unos se tiran tomates, otros se remojan con vino, algunos con agua y en casi todas partes no faltan las diferentes maneras de "jugar" con el toro. Por supuesto, nos hemos hartado de paelladas, de barbacoas y todo tipo de manjares autóctonos, todo ello en pro de la convivencia y la buena vecindad. Nada que objetar. La fiesta es buena y necesaria, aunque haya quien no sepa vivir sin ella.

No podemos ignorar que las fiestas, a menudo, se cobran su precio: ahí nos quedan los muertos por asta de toro, accidentes provocados por la irresponsabilidad de conducir con tasas de alcohol peligrosas y otros hechos delictivos que se producen en esos días que algunos aprovechan amparados por el tumulto y alguna copa de más.

Volvemos a la realidad diaria y esta nos deja un  sumario trágico, al que no podemos acostumbrarnos. No damos fin a lo que ya consideramos normal y cotidiano y no nos inmuta, y surgen nuevas tragedias como la que estamos viviendo con los refugiados sirios, sin olvidar el permanente goteo de los subsaharianos. A medida que la sociedad avanza en el tiempo, cuando todos hemos imaginado una evolución positiva, más digna y humana, estamos alcanzando unas cotas de insensatez, de egoísmo, de salvajismo, diría, que son impropias del ser humano y de la época que vivimos. Queremos conquistar otros planetas y no nos damos cuenta que estamos perdiendo el nuestro, esta Tierra que estamos haciendo inhabitable. Progresamos adecuadamente en tecnologías, en avances de todo tipo y estamos retrocediendo en los verdaderos valores que todo ser humano debe cultivar y cuidar en beneficio de sus semejantes. Tenemos detalles de generosidad cuando nos llega de golpe una tragedia, pero no hacemos de nuestra vida un permanente estado de cooperación con quien lo necesita. Qué fácil y qué barato nos sale acallar la conciencia, eso quien la tenga, porque cada día hay más vagabundos sin ella. Pero sigamos promocionando la fiesta, que parece taparlo todo.

En breves días, nuestros bullangueros estudiantes ? no todos ? no habrán abierto un libro y empezarán con las fiestas madrugadoras de las facultades, que les vienen bien a todos. Y seguiremos con los botellones y la fiesta callejera a horas intempestivas, maltratando todo lo que se ponga a su paso ? al paso de algunos, que no son todos.-

Y así vamos pasando los días, entre fiestas y tragedias, pero como si no pasara nada.

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