OPINIóN
Actualizado 15/09/2015
Francisco Delgado

Hace unos días me ocurrió una frustrante experiencia más, de las numerosas que le ocurren cada día al español medio, con una de las tres "águilas" que dominan la telefonía en España. Esta vez la insoportable sensación de ser una perdiz mareada por los depredadores (o un toro de La Vega, pobre víctima de salvajismos atávicos) fue paliada por la ayuda y humor de mi vecino, el poeta.

De repente, a media mañana, la línea del teléfono fijo se corta y con ella la conexión a internet. Consecuentemente mi trabajo también quedó paralizado. Intentando guiarme por  el sentido común eché mano del teléfono móvil para llamar y notificar la avería a la compañía ; llamé a ese carísimo 902?que la compañía telefónica "pone al servicio" del usuario en caso de avería y después de unos cinco minutos tecleando y dando datos de todo tipo al ordenador-voz de detrás de la línea ( con un nivel de riesgo de equivocarte tan alto como en un examen para catedrático de la Sorbona) la voz me responde que imposible atenderme, que los datos no corresponden, etc., etc. De lo único que me informó el móvil es que la llamada me había costado 2 euros y pico.

Cuando fui a casa de mi vecino para pedirle el favor de utilizar su teléfono, me comentó: -  Te veo mareado como una perdiz.

  • Me siento como el toro de la Vega de Tordesillas- le respondí.
  • No exageres, no veo sangre por ninguna parte- me consoló- aunque sí la agresividad del toro acorralado?

Esta es la metáfora exacta de cómo nos sentimos los consumidores españoles actuales con las telefónicas, iberdrolas, eléctricas?que nos marean como perdices, nos lancean como a toros, nos aplastan como a pulgas. Ciudadanos indefensos frente a los abusos, al mal funcionamiento de las grandes empresas, a las estrategias diseñadas con mala fe para que nunca puedas encontrar una solución justa y eficaz al problema o factura que no aclara tu consumo. ¿Cómo es posible que todavía sigamos aguantando estas conductas abusivas, cuando la realidad es que somos millones de consumidores las que las padecemos, y millones de ciudadanos luchando individualmente a brazo partido con el mismo enemigo común?

¡Ay, las oficinas del consumidor!, ¡qué bonito nombre y qué pocos resultados! Casi como los sindicatos defendiendo a sus afiliados. ¿En cuántos temas del tejido social actual hay que empezar desde cero, para recuperar o conquistar la dignidad de ciudadanos que cumplen con sus obligaciones y a la vez son sujetos de derechos?

"Auuuuu?.", como decían algunos años en aquella inolvidable revista "Hermano Lobo", que en paz descanse.

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