FERIA DE SALAMANCA
Actualizado 15/09/2015
Redacción

"Fue capaz de levantar una tarde horrible, con todo en contra y de hacer olvidar al público la cara amarga de la terrible cornada de Perera gracias a su apasionada entrega"

Grandeza es engrandecer el toreo y vivir como tal. Ser torero de grandeza es el camino que persigue todo aquel que se viste de luces, pero pocos logran tocar ese techo, porque para hacerlo hay que saber respetar la liturgia taurómaca y a partir de hoy cuidar todos los valores de este arte. Y por eso, cuando una tarde viene tan de frente y se divide en las dos caras, la del triunfo y la de sangre, hay que saber pisar los terrenos de la dignidad. Los que pisó Castella desde que llegó a esta feria de 2015 en la que ha escrito su nombre en el púlpito de la admiración. Capaz de levantar una tarde horrible, con todo en contra y de hacer olvidar al público la cara amarga de la terrible cornada de Perera  gracias a su apasionada entrega. Pero también fue adalid de la dignidad cuando en estos tiempos ayunos de falta de respeto nada más acabar la corrida y cuando los costaleros acudían con presteza para sacarlo en hombros él se negó para irse caminando como respeto al compañero herido. Y ese es un detalle de torero de verdad que guarda toda la liturgia cada vez que se viste de luces.

Pero si loamos su torería y valores, tampoco puede quedar en el tintero que en medio de una tarde tan confusa, el palco se dejó llevar y lo premio con dos exageradas orejas en el segundo de su lote que son otro descrédito para la plaza. Porque fue solamente una faena meritoria, pero sin consistencia más allá de un estoconazo efectivo y por tanto otro descrédito para una plaza que de nuevo fue tan generosa con una figura.

La tarde había quedado rota desde que salió Perera a recibir al primero de su lote con ese afán de triunfar o morir con el que lleva herrado el sello de su torería. Y como era tarde de apretar salió a recibir a su primero de hinojos sufriendo una espectacular cogida al tercer lance, cuando lo arrolló sobre las tablas del '8' y allí, ya cuando lo había herido, encelarse con él  para arrojarlo sobre el callejón, cayendo de espalda y sufriendo otra fuerte contusión. Rápido lo llevaron a la enfermería para que las manos salvadoras del doctor Ortega sanasen sus heridas, con el público encogido ante la seguridad de que el extremeño iba herido de mucha gravedad, noticias que desgraciadamente se confirmaron.

Antes de ese terrible percance el público abroncó a El Juli, quien desde que hizo el paseíllo parecía enfadado con todo el mundo y cualquier cosa le parecía mal. Por momentos eras la imitación del repelente niño Vicente que hacía ostensibles muestra de desagrado en una tarde que lo mejor que pudo hacer fue quedarse en casa y no engañar al santo público, al que le robó la cartera, porque además se mostró desafiante en varios momentos a lo largo de la corrida. Sobre todo en su primero, en las antípodas de su profesionalidad, al que mató rápido y ni tan siquiera se preocupó de lidiarlo. Y que hay cosas más importantes en una figura del toreo que venir a hacer caja. Porque desde que hizo el paseíllo sabía a qué se enfrentaba, como cuando llovía de hostigo y miraba desafiante al cielo; o cuando soltó una patada a su pañosa al contemplar cómo los vuelos planeaban merced de a los vientos y su rostro risueño de antes se volvió malhumorado y retorcido.

Pero al final no fue más que una anécdota, porque lo grande fue la torería de Castella, pero grande de verdad es el doctor Ortega, ese galeno que es un ángel para los toreros, para tantos como ha rescatado de la muerte. Alabado sea, doctor Ortega y que siga teniendo todas las bendiciones con ese capote salvador que lleva en sus manos de oro.

 

FICHA DEL FESTEJO

Ganadería: Se lidiaron toros de Garcigrande (2º, 4º y 5º) y Domingo Hernández (1º, 3º, 6º). Correctos de presentación y de juego desigual.

El Juli: Bronca, silencio en el que estoqueó por Perera y oreja;

Sebastián Castella: Ovación con saludos tras petición y aviso, dos orejas y palmas en el que lidió por Perera.

Miguel Ángel Perera: Herido al saludar de capa al primero.

Entrada: Tres cuartos de plaza en tarde encapotada, muy fría y ventosa.

 

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