Salgo a la calle cansado de charlar con mi aburrido pensamiento, del portal a Carmelitas.
Me dio por retorcer el cuello a la esquina y en eso que mi andar cansino ni se inmuta, me doy de bruces con el Padre Putas.
Qué bareto, que antro, que vinito rico, tanto que un póker de chatos quisieron hacerle compañía al primero en mi gaznate, pincho patatas de rigor, y no recuerdo si antes estaba tan buena la camarera. No son horas, ya más que en comer pienso en que día harán santa a la siesta.
Contentín que me despido del ángel que me ha servido, beodo diría el fisno que siempre está dando por ahí.
El tipejo ese de verde resulta que se acelera y le hago un recorte a un Ibiza que me pasa por la izquierda.
Jopeta, me digo, olvidé ir al excusado, menos mal, hallo una iglesia para confesar mis pecados, qué alivio cuando bajo la bragueta y en esas que concentrado me da un toque un uniforme con el boli de la mano, no se preocupe autoridad, deme usted la receta que se la paso a la parienta, prostatitis se llama ahora, la otra ya ni me me acuerdo del nombre que se servía.
Guardo la bonita multa en la guantera de mi cartera y antes vino y después gloria.
Como dirección pedí prestada a mi colega de una de sus canciones la calle melancolía y si algún día me requieren, allí me encuentran, entre vino y vino ando, relatando mis andanzas hasta llegar a ser mago que cabalga en un vagón de tren en busca de su esperanza.
A todos los que se atreven a ser valientes.