Estamos viviendo una época en la que nuestro mundo se ha cubierto de un manto negro de desgracias que llenan el aire de cortantes lamentos. Guerras, epidemias, hambruna, holocaustos, diásporas...jinetes del Apocalipsis adelantados, con la única diferencia de que no han llegado, sino que los hemos traído.
La nefasta administración del hombre por el hombre está trayendo consecuencias irreversibles que ya hace tiempo se nos han ido de las manos.
Las imágenes de tanto horror, no por habituales dejan de impresionarnos. Los medios de comunicación se vuelcan por hacer llegar al mundo el sufrimiento inmenso ante las desgracias que se ensartan como rosarios de espinas que atenazan nuestras conciencias.
Y en medio del terrible caos, en medio de la lucha de la solidaridad masiva de las gentes de bien, aparecen las suelas rojas, pisoteando el dolor, las lágrimas, los gritos de angustia, la impotencia.
No ha sido el momento, no. Ni el medio, la televisión pública. Ni el programa, Comando Actualidad, dedicado hace unos días a abofetear las tragedias presentes con la muestra ostentosa del lujo en ciudades españolas como Marbella, Barcelona y otras. Un programa en el que nos enseñan sus "afortunadas" vidas los que usan zapatos de suelas rojas, los que planean las aguas del Mediterráneo (las mismas que acogen miles de cadáveres) con sus esplendorosos yates blanquísimos, los que vacían en sus estómagos botellas de precios de cuatro cifras, los que festejan su bonanza en reservados de salas como suites de lujo.
No es el momento, no, de sacar en pantalla sus diamantinas sonrisas, ni sus amuralladas casas, ni sus colecciones de coches de altísima gama.
Quizá las cámaras debieron entrar en ese reino para ver si a "ellos" también les duele lo que está pasando, si "ellos" están ofreciendo su ayuda y si "ellos"colaboran en la medida de sus posibilidades, que parece son inmensas.