OPINIóN
Actualizado 07/09/2015
Jorge Moya

El arzobispo de Mosul, Amel Shimoun Nona, es uno de los más de 100.000 cristianos iraquíes que se han convertido en refugiados ante el avance bárbaro de los islamistas del Estado Islámico. En una entrevista publicada hace unos días en el diario italiano "Corriere della Sera", el arzobispo advertía lo siguiente:

"Nuestro sufrimiento es un preludio del que vosotros, cristianos europeos y occidentales, sufriréis en un futuro inmediato". Y sus palabras de angustia son una llamada a la sociedad occidental: "Por favor, tenéis que entendernos. Vuestros principios liberales y democráticos no tienen ningún valor aquí. De nuevo, debéis considerar la realidad de Oriente Medio, pues estáis dando la bienvenida a un número creciente de musulmanes. También vosotros estáis en peligro. Debéis tomar decisiones valientes y duras, incluso al coste de contradecir vuestros principios. Creéis que todos los hombres son iguales, pero no es cierto: El Islam no dice que todos los hombres sean iguales. Vuestros valores no son sus valores. Si no entendéis esto pronto, seréis víctimas de un enemigo al que habéis dado la bienvenida en vuestra casa".

El diputado socialista en el Parlamento catalán Mohamed Chaib denunció que la falta de mezquitas dificulta la integración de los musulmanes en nuestro país.

De los 1.732.000 musulmanes que viven en España, 1.163.000 son extranjeros y 568.000, españoles. Entre los foráneos, la gran mayoría (797.000) proceden de Marruecos, aunque también hay argelinos, bengalíes, senegaleses, pakistaníes y nigerianos (entre otros). Mientras, en el más de medio millón de españoles se incluyen nacionalizados, hijos de parejas mixtas y españoles conversos, que se estiman en 21.000.

Con esta opinión no pretendo, ni mucho menos, hacer apología del racismo. Simplemente hago ver que, a diferencia de cualquier otra religión de las de "Libro", la Mahometana tiene una difícil solución con respecto al cambio de sus costumbres, no siempre acertadas en una sociedad moderna, ya que sus leyes sagradas fueron dictadas directamente por Dios a Mahoma (o eso dicen), por lo que no tiene cabida la interpretación y por ende su evolución. 

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