Como una es muy unamuniana, y más desde que cuento entre mis amigas queridas a la Directora de la Casa Museo, Ana Chaguaceda Toledano, guardiana generosa del hogar de Don Miguel que ha conseguido que lo sea de todos, estoy todo el día de contradicción y de pelea con aquello de las fiestas charras, que septiembre tiene ese aire de celebración y cansancio infinito, de sol y de bajada de temperatura, de hoja que cae y rosa que nos recuerda aún el verano recién vivido. Y es que la fiesta luce reflejos de oro y de sol, de virgencita de juguete paseada entre mujeres de gala y de encajes? de toros de Glorieta y ferias agropecuarias donde la ministra Tejerina también parece una muñeca al lado de tanto ejemplar enorme y tana reivindicación justa y lechera? sí, la fiesta tiene teatro de calle y casetas de encuentro, gente y cabezudos, ferias y fuegos, bandas de música y conciertos de tamboril? y qué quieren que les diga, que una parte de mí se pone de fiesta y se alegra en la calle, disfrutando del gentío y del pinchito de feria de mi amiga Menchu en el Carmen; sin embargo otra parte de mí, unamuniana feroz, se apea de la alegría colectiva y se detiene a pensar en las toneladas de basura que genera este negocio municipal de la feria de día, a pensar en que la tauromaquia es un arte que requiere del daño y de la muerte? en resumidas cuentas, que aquí estoy, en la pelea de decidir si vivo con alegría estas fiestas de todos o me enfada que lo sean del toro y del negocio municipal de andar montando casetas y fiestas con lo bien que se está dentro del bar y no convirtiendo en los vecinos en rehenes de la música y la fiesta desde las doce de la mañana.
Una es así de contradictoria, por eso me niego a reproducir en las redes sociales la tremenda fotografía del niño muerto en la playa aunque defiendo que exista. Que la veamos, no que la recreemos sin cesar y encima, con añadidos del peor gusto. Por eso me enfrento al problema migratorio pensando que sí, que hay que abrir por completo las puertas, pero sabiendo muy bien que el problema no está en estos miles que consiguen salir del círculo del horror, sino el círculo mismo, ese que no se reduce a Siria, sino que, por desgracia, abarca un ámbito mayor. ¿Vamos a reservar nuestra hospitalidad solo a los sirios? ¿Acabaremos poniendo etiquetas a la desgracia? ¿Distinguiremos entre aquellos que vienen de uno u otro conflicto? Y todo mientras en mi hermosa ciudad, en mi pequeña ciudad, en mi deliciosa ciudad, todo tiene el sol de la fiesta y del fuego de artificio que no de mortero. A veces ser tan consciente es un dolor lacerante que no deja vivir y disfrutar de la inconsciencia, qué bien lo sabía el maestro Unamuno y cuánto lo sufría. Por eso no puedo por menos que declararme un hombre de contradicción y de pelea, y han leído ustedes bien, un hombre.
Charo Alonso
Fotografía: Fernando Sánchez Gómez