Un viaje puede cambiar una vida. La de mi padre fue distinta desde el día en que emigró a Suiza para procurarnos un futuro mejor; la mía, desde que conocí la China imperial y capitalista, muy distinta a la que describió Julio Verne en Tribulaciones de un chino en China después de dar la vuelta al mundo y viajar al centro de la tierra.
Tal vez este viaje, en el que fuimos a buscar a Jia, nuestra hija, se convierta en libro y sea el pasaporte para regresar dentro de unos años a recoger y revivir los recuerdos y las impresiones que allí dejamos y que perviven en nuestra memoria y sobre papel fotográfico. Decía Justo Alejo, un gran poeta, que no existe el viaje sin Kodak, si el lugar que hemos visitado no se nos revela con nitidez sobre la página o a través de los recuerdos.
Pero no es este el viaje ?aún por escribir? al que quiero referirme sino al que nos reserva, en primera clase y a diario, la literatura. Basta con abrir un libro o cerrar los ojos y pensar en un destino y una época para llegar ?con la imaginación? hasta allí; sin esperas, sin retrasos, sin concesiones al reloj.
Dice Juan Eduardo Cirlot en su Diccionario de símbolos: "desde el punto de vista espiritual, el viaje no es nunca la mera traslación en el espacio, sino la tensión de búsqueda y de cambio que determina el movimiento y la experiencia que se deriva del mismo. En consecuencia estudiar, investigar, buscar, vivir intensamente lo nuevo y profundo son modalidades de viajar o, si se quiere, equivalentes espirituales y simbólicos del viaje [...]"
También el sueño es una forma cómoda y barata de viajar en tiempo de crisis. Ambas posibilidades ?literatura y sueños? son billetes de ida que nos llevan al mundo de la ficción o de la realidad y cuya vuelta (abierta) nos devuelven a la dársena de lo cotidiano.
Escribir e imaginar es como hacer el equipaje. No queremos que ninguna idea, ningún sentimiento, ninguna palabra necesaria se queden fuera; queremos que todo entre en el envase de la página o en nuestra aventura, de ahí que una y otra vez repasemos las maletas para no olvidarnos nada. "Íbamos / por Castilla y Aragón. Cada día / era hacer el amor y la maleta" escribe Iván Tubau en su libro Vendrán meses con erre.
Mi último viaje a China fue de la mano de Patxi Zubizarreta y su libro El maravilloso viaje de Xía Tenzín, XX Premio Ala Delta de la editorial Edelvives. Este otro viaje literario por el gran río amarillo de China y junto al hombre más alto del mundo lo hice en el transcurso de otro viaje mucho más prosaico, en el TRD que me traía a Salamanca.
Leer, algo tan devaluado en nuestros días, es una de las mejores formas de viajar como lo hacía Antonio Machado por su Campos de Castilla y en un tren de tercera: ligero de equipaje. Así no hay destino que se nos resista.