Descuideros sociales, trileros políticos y choricetes institucionales son las tres subespecies que conforman la detestable raza corruptora.
Que Salamanca es tierra de buen chorizo y mejor jamón lo saben hasta los esquimales del Polo Norte, que cargan sus mochilas con perniles de cerdo ibérico y tripa de este animal rellena de carne cruda picada, adobada con pimentón y curada al humo, para sobrevivir en el iglú sin otro alimento, como hicieron nuestros abuelos y bisabuelos en tiempos de posguerra.
Pero este enfundado alimento no llama hoy nuestra atención porque vamos a entretenernos con un nuevo fiambre elaborado con carne humana que ha embutido y seguirá embutiendo entre barrotes la justicia, advirtiéndonos los jueces que tales embuchados no son comestibles porque les falta la curación y solera que da la sierra salmantina, imposible de obtener en el templado microclima de la corrupción.
Tales choricetes proceden de la antigua denominación de origen llamada ladronzuelos de feria, o mejor, "descuideros", conocidos hoy en la jerga sociopolítica con este nombre, porque tales saqueadores roban el dinero público, aprovechando el descuido de los ciudadanos que han confiado en ellos metiendo su nombre en la urna, sin prevenir que ellos meterían la mano en sus bolsillos.
No intentéis cortar unas rodajas de estos choricetes de nuevo cuño porque son incomestibles debido a su mala curación en los sótanos políticos, falta de madurez moral y putrefacta contaminación económica, que los inhabilita para ser digeridos por estómagos éticamente sanos, acabando en la basura del desprecio ciudadano, aunque no vomiten lo robado.
Son carne de segunda, para entendernos. Barata y despreciable que debe conservarse para su curación en celdas aisladas a temperatura ambiente, hasta que recuperen el color moral que han perdido en su fabricación, pretendiendo disimular sus fechorías con mentiras y ocultando el botín saqueado en baúles sin identificar, pero frágiles al mallete de las togas judiciales.
Trileros políticos, que han proliferado como champiñones otoñales, uniéndose como gremio medieval en la ACU (Asociación de Choricetes Unidos) con el fin de defender su rateromomio de intromisiones ciudadanas, que no judiciales, porque los magistrados están decididos a reunir todas las manzanas podridas en un solo cesto, levantando su índice para indicarles el camino más corto hacia el reposo carcelario duradero, que muchos ciudadanos desearían perpetuo.