Yo no sé si en estos Damascos de fuego y trueno, las mujeres bañan a sus hijos con patitos de goma.
Ignoro también, si los niños de esas encendidas tierras chapoteaban en la espuma olorosa con ellos.
Por no saber, no sé si los padres, viendo la plaga de la época, cuentan
Y si cumplidas sus oraciones, se sientan en el borde de las camas de sus niños, y les hablan de Aladino, de mágicas alfombras en los que huir de la guerra, o de aquel Simbad de marinas barbas y muchos prodigios, u otras mil y una historias para
Yo, no sé.
Pero he sabido que las palomas mensajeras del oriente se pierden cuando quieren llegar al Canadá, aquel de tantos peregrinos. Y que Europa duerme y olvida con sus cuentos
He sabido, sí, un día, en la hora en la que los gallos hacen gárgaras en su gaznate con la aurora, y en la que los periódicos
He conocido de gentes que andan como
Vi la foto de un crío al que le había salido la blanca sombra de los héroes, de los intrépidos, de los que leen cuentos
Y, qué cosas, el chiquillo, allí, sobre las sábanas de arena, destapado de la manta de espuma, durmiendo boca abajo, desatijado como quien se revuelve en un sueño que no acaba de controlar, empezó a resucitar cosas.
Pienso ahora
Acaso, pensaba también, el pequeño Aylan, viendo el brillo en los ojos de sus hermanos mayores cuando les subieron al bote de goma, pensó que el gran mar era una bañera, y aquella embarcación en la que iban
Total: ¿Qué le iba a pasar si iba con su madre que olía a cedro
Pero lo que no sabía Aylan, y saben los teletipos, es que estaba llamado a convertirse en un arquetipo picassiano contra las guerras como del Guernica, en un hito del fotoperiodismo, en un flash de portada; y la suya, la historia de su madre y hermano Galip, de otros tres niños y 7 adultos que vomitó el mar en una noche de septiembre, serían al fin la voz, el grito, dijo Nilüfer Demir, la periodista
Así, la imagen de un niño de tres años en la posición de un sueño revuelto, se había convertido en personaje de cuento
Y en héroe, pues él, ha abierto caminos, ha salvado a los demás de las estaciones estancas. Aylan no alcanzaría a imaginar en su mejor fantasía, que iría volando en la alfombra de la red que todo lo visita, ni que haría prodigios políticos dignos de Aladino, ni hazañas marinas como aquel Simbad, ni que su blanca sombra de celulosa por los rotativos abriría los despachos administrativos
Ni que su silencio de goma y sal sería una canción de cuna para