OPINIóN
Actualizado 03/09/2015
Enrique de Santiago

Lola era una mujer guapa, esbelta, simpática, que consiguió obtener el título de medicina con un alto grado de conocimiento en anatomía, básicamente masculina, la interpretación protagonista en películas con cierto nivel de especialización médica, algún que otro cameo con próceres de la ciencia galénica y sin abrir un libro, pero obteniendo finalmente el tan preciado título, bien es verdad que jamás ha tocado un paciente, pues, como tonta no era y sí consciente de su falta de preparación,  buscó un buen lucro acercando su sabiduría a la solidaridad, la igualdad, a ? los valores.  ¿Te suena de algo?  

Nada más lucrativo pues, cuando se nos habla de solidaridad, se nos abre el corazón, el bolsillo y no comprobamos cuál es el destino final o la realidad que tras ello se encubre, de forma que entregas el metal para salvar a un niño y gran parte del dorado se lo llevan profesionales que enarbolan la bandera de la ayuda al desfavorecido. En este campo se esconden apostados médicos, psicólogos, terapeutas, abogados, y un gran número de profesionales que, conscientes de su incapacidad, encuentran su modus vivendi en la desgracia ajena. No todos son así, pero pásales la prueba del algodón y verás cómo encuentras muchos de estos que, con toda la solidaridad, no renuncian a un euro de sus emolumentos, a un minuto de sus vacaciones por aquellos a los que dicen haber dado su vida.

   Algo así está pasando con Europa, que se nos llena la boca con la defensa del inmigrante y criticamos la actuación de la guardia civil cuando los subsaharianos arriban en las costas españolas en pos de una vida mejor, pero miramos para otro lado cuando los sirios y afganos intentan alcanzar la salvación en su huida del degolladero islámico. A unos les defendemos como si nuestra vida fuera en ello, teniendo en cuenta que lo que buscan es el progreso económico, mientras que miramos para otro lado cuando el que lo intenta, busca salvar su vida y la de su familia de la violación de sus hijas, la esclavitud sexual de sus mujeres y la propia decapitación.

   Nos manipulan, nos utilizan, nos manejan los políticos de medio pelo, algunas ONGs que encubren intereses espurios, y no hacemos nada, no exigimos un paso adelante, aceptamos solidaridad cuando queremos decir lucro, aceptamos igualdad cuando queremos decir egoísmo.

Aprendamos a discernir el grano de la paja ¡que hay mucha paja¡

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