La historia de Juan Castro García está envuelta, o abrazada mejor, en seis cuerdas, en las seis cuerdas de una guitarra, flamenca o clásica, que lo mismo da, porque Juan es guitarrista desde los catorce años, cuando "llegó a la parroquia un chaval con una guitarra y tocó las notas de un pasodoble, me quedé deslumbrado y aquello me enganchó para siempre, es la varita mágica de la que hablaba Andrés Segovia".
Juan Castro nació en Aldeacipreste, pueblecito cercano a Béjar. Y todos los años vuelve a Salamanca por unos pocos días, a las fiestas del pueblo "porque me quedan bastantes primos allí, aunque estoy poco tiempo, tengo que repartirlo en ir a ver a las hijas, a los nietos".
Juan fue relojero, trabajó de chaval en la relojería Ramos, de la calle San Pablo, después en una carpintería ya desplazado a Irún, donde ha vivido más de cuarenta años regentando una Ferretería muy conocida y reputada. "Pero la música siempre ha sido mi pasión, la guitarra. Hubo unos años en los trabajé demasiado porque tras el oficio había que ir a tocar. Como allí en Guipuzcoa el flamenco no tenía tirón, me compré una guitarra eléctrica y toqué en varios grupos (Suvernoa, Sonido 5?) música para bailar, en infinidad de locales, centros recreativos, restaurantes? Eso me quemó mucho, aquello fue muy duro y me dejó trillado".
Juan tiene 70 años pero conserva los dedos ágiles para revolotear sobre las cuerdas y los trastes. Acaba de editar un nuevo CD titulado Viento Sur en el que escuchamos fundamentalmente aires flamencos, seguirilla, Guajira, soleá, alegrías?.. y recibe constantemente wasaps de Irún porque un cantaor amigo está deseando que vuelva para tocarle.
"La primera vez que toqué en serio en público fue en el Teatro Coliseum, tenía 16 años y salí al escenario después de un número cómico que se llamaba "La estatua de Pablo Anchoa". No es como ahora, entonces había un micro alto en medio para el presentador, Yo, para que se me oyera más, puse un pie en una silla y toqué de pie pero se me iba resbalando poco a poco y acabé el número de milagro. En aquellos años (63-65) actué mucho en el Bretón y el Coliseum en Festivales para artistas noveles que se organizaban los domingos por la mañana. Tocaba solo y cuando venían cantaores me llamaban para acompañarles. Entonces actuaba también mucho otro guitarrista que se llamaba Dámaso Martín Barrera que le tocaba siempre a una chica que cantaba muy bien llamada Marisa San Martín.
Juan señala que "soy cien por cien autodidacta, toco de oído, pero con el tiempo acabé solfeo por correspondencia, con CCC. Eso me dio más libertad y conocimiento para leer pentagramas y hacerme con partituras de lo poco flamenco que se editaba entonces, partituras que, por cierto, estaban llenas de errores".
La base inspiradora de Juan son los puntales de la guitarra flamenca y clásica. Es decir Niño Ricardo, Sabicas y Paco de Lucía, de quienes tiene grabados bastantes temas con una fidelidad sorprendente. De clásico, Segovia. En la actualidad quien más me llama la atención por ortodoxia es Tomatito".
Pasión tan absorbente, como cualquiera que se precie, deja siempre atrás sus "cadáveres", irremediablemente. "Claro. En aquellos años mi mujer sufrió más que yo porque tengo tres hijas, que entonces eran pequeñas y yo siempre estaba fuera de casa tocando. Ahora sin embargo, cuando he querido dejarlo, ella no quiere. Formo parte de dos rondallas en Irún, una en la Casa de Aragón y la otra es una orquestina de púa y pulso".
Cuando le pregunto si tocó alguna vez en su pueblo, me dice que una, en la iglesia y asoma en su semblante una especie de melancólica timidez, como si le diera vergüenza que allí supieran de su inmenso arte.
Juan Castro, una vida de amor a la guitarra y ahora (ya jubilado)?más que nunca.