Mi compañera columnista de este diario, Charo Alonso (a quien sigo fielmente a través de sus sagaces y entretenidos textos), hace perfectas disecciones, como precisamente en la última semana, sobre lo de afuera, lo del mundo todo, y lo particular de su vida personal y familiar. Lo hace estupendamente, dicho sea de paso. Lo que está siendo un verano aciago en lo social, en lo ambiental y en lo político y más universal, y esa aparente paz de nuestro privilegiado ambiente de ciudadanos del primer mundo. Lo del verano, en general, y lo del veraneo más en particular.
Las noticias vuelan y duelen. Vaya si duelen. Imágenes de mares y pasos fronterizos ilegales donde se apilan y caen montones de seres de otro color. Mares en los que vamos a bañarnos y donde sobrevuelan casi los yates de más lujo, plagados de cadáveres debajo. Verdaderos cementerios marinos (tan profundos y mucho menos poéticos y más exageradamente trágicos que aquel de Paul Valéry). Playas de veraneantes apacibles y blanquitos que se asombran si ven llegar de quién sabe dónde una patera o una barca hinchable con montones de seres de piel oscura. Y muertos con violencia por cientos a cada día en oriente entero. Y degüellos por casi nada. Por ser de otro lado (o estar simplemente en él). Y todo el mundo que se nos viene encima por oriente. Y hecatombe de economías grandes y minúsculas que desestabilizan todo y también aquello de los frágiles mercados.
Todo eso sucede en verano mientras los europeos veraneamos tranquilamente, bastante ajenos, y algunos montes cercanos se queman o nos los queman. Viajamos.
Comemos y bebemos cervezas discutiendo de políticas de salón en el bar o el chiringuito. Sobre si tal concejal o cual ministro. Y el mundo se cae. Se nos cae. Se hace pedazos por otros lados. Pero ese parece ser otro mundo. No es el nuestro. O no queremos que sea el nuestro.
Y las actuaciones más globales y eficaces no acaban de llegar de una buena vez. Aquello tan socorrido que decía con sorna un buen amigo mío, ah, esa mierda no es de nuestra urbanización.