Que en el mundo se están produciendo desastres, a veces inalcanzables a la comprensión humana, no es cosa nueva. Desde el principio de los tiempos el hombre ha estado y está sometido a tragedias individuales y colectivas que por sus características y magnitudes hacen temblar los cimientos del sentir. Grandes catástrofes de la naturaleza, guerras, epidemias, hambruna, emigraciones masivas, asesinatos, una triste lista negra de males que, a juzgar por la historia, parecen inherentes al ser humano.
Desde que existen los medios de comunicación, estos terribles hechos forman parte de las noticias diarias, antes pregonadas por engorrados mozalbetes en la calle para vender los periódicos, ahora en portadas de prensa escrita y audiovisual.
Desgraciadamente no hay día en que no desayunemos, comamos y cenemos con los reportajes gráficos de sucesos que remueven nuestras sensibilidades hasta el extremo. Gracias a ello, a pesar de su dureza, podemos concienciarnos de lo que sucede en el mundo, no tan lejos de nuestras mesas, y así agitar conciencias para hacernos partícipes de la lucha en la que todos debemos participar según nuestras posibilidades, para ayudar a solucionar,o al menos paliar, el sufrimiento de las víctimas de tanto avatar.
Coches accidentados con las víctimas al lado tapadas con sábanas, charcos de sangre en escenas de asesinatos, vídeos espeluznantes de yihadistas, haces de cadáveres encontrados en camiones de emigrantes, en fin, todo tipo de imágenes en muchas de las cuales se nos advierte que pueden herir nuestra sensibilidad.
Hay voces a favor y en contra de esta proyección en televisión. Yo estoy a favor, porque no es lo mismo verlo que contarlo, y por mucha crudeza que haya en ellas, es precisamente su impacto el que provoca en nosotros la mayor sensibilidad, y por lo tanto, mayor solidaridad.
Sin embargo, cuando la tragedia, la tortura, la sinrazón, recae con toda su furia sobre los animales, se produce la protesta casi generalizada en las redes sociales por la difusión de imágenes que muestran tales horrores, se las cataloga de innecesarias y desagradables, llegando incluso a solicitar que se prohíban.
¿Marginamos la sensibilidad según las especies?
Si algo está claro es que el dolor en los animales, en los que está incluido el hombre, es el mismo para todos. El sufrimiento de un gato quemado vivo, el de un perro apaleado, el de los cerdos hacinados en transportes, o mil ejemplos más, ese dolor físico es exactamente igual que el que sienten las personas. ¿Por qué entonces no nos dolemos lo mismo ante su sufrir? ¿Acaso porque los consideramos "inferiores" y por ello no merecedores de la misma sensibilidad?
Cuando se exponen las imágenes del terror en los animales, se hace para concienciar de las salvajadas que nosotros, la especie "superior" cometemos con ellos, y la finalidad es darlo a conocer para levantar las voces de protesta por tales barbaries,
Hay sitio para todos, sin posturas excluyentes, y hay que intentar que todos los actos de crueldad y salvajismo contra cualquier "ser", tengan sitio en el campo de nuestras sensibilidades, sin distingos de categorías ni de especies, porque el dolor no es patrimonio del hombre.