En este mes de agosto, el día 13 concretamente, hemos alcanzado el Día de la Sobrecapacidad de la Tierra: en estos ocho meses ya hemos gastado todo nuestro presupuesto natural para la totalidad del año. Puede parecer un dato menor, que es lo que se suele argumentar en este tipo de cosas, pero si cambiamos los términos nos daremos cuenta que, si seguimos a este ritmo, en el año 2050 necesitaremos tres planetas como el nuestro, por lo menos, para mantener nuestra demanda de recursos naturales.
Estos datos ponen de manifiesto que ya tenemos hipotecado nuestro futuro, y el de las próximas generaciones, pero hay esperanza, pues todavía estamos a tiempo de cambiar y conseguir vivir dentro de los límites planetarios. Cada vez se alzan más voces poniendo de manifiesto este sinsentido, y, por esta vez, me vais a permitir que haga mía, literalmente, una columna de Javier Sampedro, publicada el día 7, en el diario El País, y que contribuye a esta reflexión.
"Mírenlos ahí doblando el lomo. Toda la vida estudiando para acabar cavando zanjas, eso sí, en un mundo en el que no nacieron y que tal vez son los primeros humanos en pisar. Un mundo del que tal vez no volverán nunca, pero en el que podrán echar raíces y ver nacer a sus hijos, fundar una estirpe nueva y tal vez no más inteligente, pero sí menos estúpida, una colonia escapada por puro milagro del anunciado exterminio de su patria, el planeta Tierra. Solo es un ensayo ?lo que sale en la foto, me refiero?, el ejercicio matinal de unos astronautas que se están entrenando para viajar a Marte y que seguramente no lo harán nunca. Pero algún día los periódicos de la Tierra darán esa foto, o seguramente una mucho mejor y en tres dimensiones, y los lectores sabremos que la especie humana ha emprendido la conquista de un nuevo mundo. Si es que los lectores estamos todavía en este.
Vivimos como especie momentos de bajío, una edad triste en que los sueños de muchos han sucumbido a la cartera de valores de unos pocos, un apocalipsis de la razón y el arte de la que ya no aspiramos a salir, sino tan solo a sobrevivir de cualquier forma, quizá de la forma en que las ratas sobreviven a un naufragio. Pero los científicos no nos dan grandes esperanzas ni siquiera de eso. Dicen que el gargantuesco arsenal nuclear unido a las nuevas armas biológicas inventadas y a los robots por inventar, al cambio climático y a la degradación del entorno, y a la vieja y venerable maldad humana, solo nos dan un 50% de opciones de seguir vivos antes de que la tecnología nos permita abandonar el planeta.
En situaciones como estas, nuestros ancestros se vieron movidos a salir de África, nuestros bisabuelos a buscar fortuna en América, nuestros padres a emigrar a la ciudad desde el campo. Ahora, lo más cerca que tenemos es el planeta rojo. Aunque acabemos allí cavando zanjas, siempre será mejor que cavar aquí la de nuestra especie.
¿Y el futuro lejano? Solo nuestra galaxia, la Vía Láctea, contiene 200.000 millones de estrellas, y es probable que la mitad contenga planetas de algún tipo. No nos faltarán nuevas oportunidades de seguir destruyendo mundos".