OPINIóN
Actualizado 30/08/2015
Victorino García Calderón

La semana pasada hacía mención al compromiso que algunos fotógrafos tienen con los más desfavorecidos, en concreto con la avalancha de seres humanos que se cierne sobre las costas de la vieja Europa. Esta semana el caso va mucho más allá, el riesgo enorme

Las imágenes que acompañan este texto son muy duras, están realizadas con cualquier dispositivo móvil pero cumplen con creces su cometido: mostrar los cuerpos de las víctimas más inocentes que una guerra puede ofrecer: niños varados en las playas vestidos con sus ropas mojadas mecidos por las olas en la soledad más desgarradora, nadie que los llore, nadie que los pueda recoger y acoger, quizás los padres hayan corrido la misma suerte que ellos y estén unos metros más allá en las mismas condiciones. Estas imágenes seguro que producen en cualquier ser humano, que lo sea de verdad, la mayor de las repulsas, pero si no nos remueven más allá de verlas en las redes en las que han aparecido -ignoro si lo se han hecho eco de ellas en los informativos- es que no sirven para nada. Cuando se tomaron no se hicieron para salir en los telediarios, están hechas en las mismas playas que usan los turistas para disfrutar de sus vacaciones y en ellas han quedado varados los cuerpos inertes de los más débiles entre los débiles, han llegando flotando a las playas del continente rico y estable y no son más que la avanzadilla de una de las catástrofes más espeluznantes que hayamos vivido y que vamos a vivir en un futuro más o menos cercano si, como decía la semana pasada, no tomamos las riendas de un conflicto que se puede ir de las manos, si es que no se ha ido ya.

Las acciones de los gobiernos son lamentables, intentan defenderse de una invasión pacífica casi a cañonazos, ponen vallas con cuchillas que los sin patria, o se las saltan, o pasan por debajo sin más esfuerzo que el intentar desengancharse de ellas. En algunos países han abierto campos de refugiados que cada vez se parecen más a Auschwitz o Mauthausen lo que hace que parezca, cada día más, una nueva versión de guerra mundial donde las armas, al menos de momento en nuestro continente, son muy distintas a las de las anteriores.

La acción de proponer algo desde un artículo periodístico puede parecer un atrevimiento poco ortodoxo, pero ¿acaso las muertes de estos niños lo son? Es necesario que los pueblos, los de abajo, -los de arriba no lo van a hacer, tienen bastante con robar, defraudar al fisco y enriquecerse- dejemos de mirarnos el ombligo, de llorar por las vacaciones acabadas, de esperar que los resultados de las próximas elecciones lo arreglen todo y de pensar en los maravillosos logros de los gobiernos para combatir la crisis. ¿Qué crisis? esta es la crisis de verdad: la inundación del los territorios de seres inocentes si es que llegan a su destino.

Para empezar, alguien debiera convocar manifestaciones en todas las ciudades y pueblos del continente europeo en el mismo día y a la misma hora exigiendo la apertura libre de las fronteras, el encarcelamiento de los traficantes de seres humanos, la supresión de campos de concentración, la retirada de las vallas de cuchillas en la frontera serbio-húngara así como la restricción en nuestros gastos superfluos, como vacaciones y lujos innecesarios. Sólo hace falta que alguien con capacidad de convocatoria se de cuenta y ponga fecha, es tremendamente urgente que así se haga, el futuro de miles de seres humanos y el nuestro propio está en juego, si no, estas dramáticas fotos no habrán servido para nada y el compromiso de fotógrafo al tomarlas habrá sido inútil.

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