Parece que hoy muchas personas comparten, compartimos, la idea de que algunos valores como el esfuerzo están de capa caída. Lo cierto es que en los tiempos que corren no se potencia demasiado esta admirable capacidad personal y lo fácil se impone tanto en el vivir, como en el sentir y el actuar, incluso, en el ayudar a otras personas. Los mensajes ideológicos, comerciales, incluso políticos pretenden hacernos creer que todos es sencillo, que podemos controlar cualquier situación, participar o comprar cualquier cosa sólo con un "clic", desde casa y cómodamente sentados en nuestro sillón, pero la verdad es que vivir no es fácil ni siquiera con los ojos cerrados.
Cuando uno rebasa ya la frontera de los 60 años, se ve obligado a reconocer que ciertas "novedades" le desbordan y por otro lado le traen el recuerdo de tiempos que, no por añejos fueron mejores, pero sí se recuerdan con cariño.
¿Recuerdan ustedes lo que hace sólo algunos años significaba "chatear"? Esa placentera actividad de quedar con amigos para tomar unos vasos de vino (chatos) acompañados de unos buenos pinchos mientras charlábamos de lo humano y lo divino, cara a cara, mirándonos a los ojos y con alguna que otra palmadita en el hombro. Hoy, chateando únicamente se ve una fría pantalla aunque los mensajes que nos presente sean entrañables.
Hoy se puede hacer "gimnasia estática". Mover las piernas y el corazón sentado en un cómodo sillón mientras pedaleamos. Podemos perder unos kilos sin ningún esfuerzo, nada de ejercicio físico o dietas bajas en calorías, porque no se trata de aprender practicando una dieta sana y una vida saludables, sólo de perder kilos con rapidez y sin demasiados sacrificios. Podemos comprar a través del ordenador, sin ver los artículos que adquirirlos, sin olerlos, sin hablar con el vendedor. Nos dicen que podemos colaborar a mejorar el mundo, la situación de pobreza e injusticia que sufren millones de personas o a proteger el medioambiente o a los afectados por cierta enfermedad, únicamente mandando un SMS, comprando unos yogures o unas galletas.
Son algunos ejemplos, seguro que cualquiera de ustedes podría añadir muchos más, de cómo la tecnología se ha impuesto y ha expandido la cultura de lo fácil. Hace ya tiempo nos vanagloriamos de haber dejado de ser súbditos para convertirnos en ciudadanos, nos libramos de la obligación de inclinar la cabeza en señal se sumisión ante la autoridad real por designio divino, pero basta con pasear por la calle, observar a la gente en un parque, en un autobús, en el tren o el avión para ver que mucha, demasiadas cabezas vuelven a mirar hacia abajo, conectados, pero solos. Volvemos a ser súbditos, esta vez de la tecnología, que en sí misma no es ni mala ni buena, pero podría llegar a serlo si la dejamos.