OPINIóN
Actualizado 25/08/2015
David Rodríguez

La Guarda Civil (...) no se merece un derroche de energía en estos temas menores, cuando estamos hablando del cumplimiento adecuado de permisos

UNA REALIDAD DESENFOCADA

REFLEXIONES AL FINAL DE UNAS FIESTAS TAURINAS

A Raúl Sánchez Carreño, Director de Campo de las fiestas de Guinaldo, en agradecimiento a sus desvelos en los encierros y desencierros, por su buen trabajo profesional y su valentía

La ley de protección animal lleva a vivir y ver la realidad con tal desenfoque,  que parece increíble cómo personas formadas y de aparente sentido común son capaces de las más surrealistas preguntas. Pongamos por caso lo que pasó el domingo día 23 de agosto en Fuenteguinaldo. Se desencerraron los toros de la magnífica capea.

Un novillo se quedó rezagado a unos cientos de metros del final del recorrido, la finca municipal del "Guardao", como consecuencia el tráfico permaneció cortado durante un par de horas. El director de Campo, por encargo del Ayuntamiento, se jugó la vida para que el morlaco entrara en la finca; pero no quiere entrar, como suele ser habitual en estos casos. Para lograr meterlo, es preciso hacer uso de lo que es habitual entre ganaderos o vaqueros avezados en el manejo del ganado: asustar al toro con algún perro y con una garrocha o una pica eléctrica. El toro, muy protegido él, "entró en razón", abandonó la carretera y entró en la finca. El tráfico se pudo reanudar y el utrero dejó de ser peligroso; conviene recordar a propios y extraños que cada minuto que pasa un toro en el recorrido es cada vez más peligroso, pues siempre podía saltarse del cercado del encierro salirse del recorrido establecido. El novillo así dejó de ser peligroso para las personas.

Pero he aquí que la Guardia Civil, en aplicación del Reglamento de Castilla y León, decidió poner una multa a quien hizo su trabajo profesional; aplicó el Reglamento pensando siempre en el bienestar animal, antes que la salud de las personas. Lo digo porque al día siguiente un de los mandos de la Guardia civil preguntó al director de campo si el perro vivía y si estaba bien, el profesional no se podía creer que le interesara antes la salud del perro, que la suya propia. Pero no contento con esa pregunta, el mismo preguntó a los responsables del Ayuntamiento si el toro estaba bien, tomándose gran interés en comprobar el estado de salud de dicho animal. Como era obvio para todos los entendidos, el animal estaba perfectamente. Dicho de otra forma: hemos desenfocado la interpretación de la realidad interesándonos por lo menos importante y olvidando lo que verdaderamente cuenta.

Leyes dictadas por ecologistas de asfalto, elaboradas en despachos con olor a naftalina o por señoritingos de salón. Leyes que obligan a la gente del campo y a los profesionales del toro bravo a vivir situaciones ridículas más propias del teatro del absurdo: cuando un novillo o una vaquilla no entra en tal o cual sitio y no pasa de un corral a otro, con engaño y maña de la que saben mucho los hombres y mujeres de oficio, se debe pasar al plan "B" a saber: suplicarle y pedirle que entre solo, que tenga piedad del ganadero, que sea bueno y educado, que no se ponga así, que no se moleste, que no es para tanto, que pensándolo bien es mejor que el animal haga lo que quiera, pues tienen una gran inteligencia, superior al déspota de su dueño y al explotador del ganadero; en fin, que ya es hora de que manden las bestias, porque los hombres son unos desalmados racionales que solo piensan en ser unos viles explotadores y miserables señores.

En resumidas cuentas, que es mejor asegurar la salud del perro de su dueño que la del dueño de su perro, porque más vale asegurar la integridad del morlaco y mantenerla a salvo de unos pinchazos de lanzas asesinas, que defender la vida de esos sádicos ganaderos o humanos vaqueros despiadados. A ese animal ya le ha llegado el tiempo de sus derechos "humanos": si no se le apetece entrar en un corral, pues no entra, y si se les obliga llamará a sus abogados?

El pobre vaquero que se le ocurra darle un toquecito a ese toro o a esa vaca, estará condenado ya en el infierno: es un maltratador. Que los abogados de estas causas de los animales estén tranquilos, porque han encontrado total fidelidad y lealtad en los que tienen que aplicar estas leyes inteligentes, que la aplicarán sin entender mucho de animales y que por ello, llegado el caso, la aplicarán sin ton ni son; no saben, porque no están obligados a saber, qué es una vaca o un toro, no saben de sus movimientos, ni de sus costumbres, pero no pasa nada, ellos vienen a ser sus ángeles de la guarda, vienen a protegerlos de esa chuma infame que no sabe lo que se trae entre manos, aunque lleve siglos haciendo los encierros, porque si se le ocurre coger el rabo de una vaquilla que se va a colar por el vallado vertical para que no se escape del recorrido o para que no embista a una familia, se le multa tranquilamente para que no vuelva a coger esa última prolongación del animal, que junto que todo el cuerpo está superprotegido. Que no se les ocurre a unos mozos cargar una pobre vaquilla, triste y sola, en el recorrido para llevarla enseguida a los corrales y así deje de sufrir los rigores del asfalto o del empedrado, pues es mejor que se quede una hora más destrozándose las pezuñas y sufriendo, ya que lo dice el reglamento o lo dicen los sabios y entendidos del nuevo siglo que hicieron leyes avanzadas con los tiempos.

No es de extrañar que los mozos del pueblo le hicieran un plante a la vaca y a la Benemérita, con abucheo incluido, para evitar la multa si cogían un cuerno o tocaban un pelo de la infeliz vaquilla. Hubo quien, de entre los aplicadores de estas sapientísimas leyes, que dijo que le echaran una soga y la llevaran a la rastra. Se quedó tan fresco, porque no sabe, y no creo que deba saberlo, que eso era muchísimo peor para la res. Error mi querido señor, eso maltrataría mucho más a ese pobre animalito, por mucho que lo permita el reglamento. Dejen un poco al buen hacer de los que de esto entienden, que no tendrán torcidas intenciones, sino deseos de que la fiesta vaya bien y llegue a buen puerto. Cualquiera que conozca el manejo de los animales sabe que lo mejor era coger con las manos a la fierecilla y meterla en un camión, lo que felizmente hicieron los propietarios. Antes hubo bronca, abucheos a la benemérita, voces y palabras subidas de tono, que felizmente no fueron a más.

Unas fiestas estupendas en cuanto a los festejos taurios se refiere, sin apenas incidentes que reseñar, con unos encierros impecables donde han brillado grandes profesionales, pero que han finalizado con mal sabor de boca para el Ayuntamiento: al director del festejo taurino le han amenazado con sancionarlo porque, entre otras cosas, tuvo la osadía de picar un poco (¡oh vil maltratador¡) a los toros en los toriles, para colocarlos y cargarlos en el camión, ya que ellos, los toros, seguro que no les apetecía entrar y no bastaba con decírselo por las buenas; mal sabor de boca le quedó al Sr. Alcalde del Municipio quien el lunes día 24 de agosto, último día de las fiestas, se vio obligado a expulsar del balcón del mismo a los mandos de la Guardia Civil; mal sabor de boca para muchos guinaldeses por esa obsesión de aplicar el reglamento con poco sentido práctico ni tacto suficiente, y todo esto habiendo sido unas fiestas en lo que a festejos taurinos se refiere con puntualidad en los horarios y con un desarrollo más que normal. La Guarda Civil debe ser garantía del orden y del buen funcionamiento de vida cotidiana para proteger y cuidar de todos, por eso no se merece un derroche de energía en estos temas menores, cuando estamos hablando del cumplimiento adecuado de permisos y papeles en regla.

Estamos empleando mucho tiempo y energías a causas menores con leyes superprotectoras, que se vuelven contra las personas y contra el sentido común; leyes que impiden a los garantes de las mismas una mínima libertad y flexibilidad, haciendo de su aplicación como si fueran telas de araña; eso por no aludir al temor quasisagrado, miedo atávico, que nos embarga a todos cuando caemos en el cotilleo de las redes sociales por el temor a que se saquen de contexto imágenes, videos o incluso palabras. El hombre y la mujer de estos tiempos se están exponiendo cada vez más a la intemperie de una tierra poblada de leyes para lo políticamente correcto, importándonos un pimiento la formación y la educación desde la raíz. Pero esto es ya otro tema y otro debate y merecerá otro artículo.

Juan Carlos Sánchez Gómez

Vecino de Fuenteguinaldo

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