OPINIóN
Actualizado 24/08/2015
Francisco López Celador

No sé si ustedes se han dado cuenta de que una gran mayoría de nuestros deportistas, y en general muchos de nuestros jóvenes, cuando se les formula una pregunta, adoptan la muletilla de responder siempre con: "La verdad,?"


Siguiendo la moda, yo, la verdad,?. es que, puestos a elegir un título para mi comentario de esta semana, no se me ocurre ninguno más apropiado que el de España. Ya que existe cierta reticencia a la hora de emplear este término en según qué ámbitos, hoy quiero compensar las veces que se hayan buscado circunloquios para evitar pronunciarlo, entre otras razones porque ni debe servir de banderín de enganche para ningún colectivo, ni nadie debería sentirse molesto a la hora de adjudicárselo como gentilicio propio.


Por tratarse de asunto tan trascendente, hoy desearía tener la facilidad de algunos comentaristas políticos para poder alumbrar algunos de sus pensamientos que, analizados detalladamente, a uno le asalta la sana envidia por no haber sido el autor material de los mismos, letra a letra. Así me ha sucedido con la "Tercera de ABC" de J.M. Carrascal, -6 de Enero- titulada  "La II República y la Transición". Quienes lo hayan leído habrán apreciado el intento de su autor por establecer paralelismos entre ambas situaciones históricas de España. Muchas veces pienso que el españolito de a pie adolece, en general, de desconocer la historia de España. Precisamente ahondando en esa historia comprobamos que nuestra particular situación geográfica en el atlas mundial ha dado lugar a un conglomerado de pueblos que, pasados los siglos, han aflorado en el prototipo actual de español algo visceral, más bien maximalista, enemigo del término medio, predispuesto para la envidia, mezcla de Lazarillo y Buscón y, como se ha demostrado a lo largo de nuestra historia, fácilmente sobornable. Pero, ya digo, poco amigo de repasar la historia de España.


Para el periodista madrileño, la II República nace de la salida de un rey y la Transición de la coronación del nieto de aquel. Lo verdaderamente destacable es que, en uno y otro caso, el momento fue acogido con cierta euforia. Tras la II República es verdad que muy efímera y, en la actualidad, ya existe un claro empeño en dar por finiquitada la Transición.


Situaciones complicadas ?y en momentos más peligrosos que el actual- ha sabido superarlas el pueblo español, cierto que, a veces, con más coste del deseable. La gran diferencia entre entonces y ahora radica en el hecho de que España en estos momentos ya no es un estado aislado, situado en el extremo de Europa, en cuyos suburbios parecíamos aparcados. Ahora, cualquier intento ?interior o exterior- de desviar la hoja de ruta de la Unión Europea dejará con las vergüenzas al aire a quien o quienes pretendan aplicar fórmulas magistrales que, por cierto, todo el mundo sabe que han fracasado estrepitosamente allí donde se siguen aplicando. Bueno, todo el mundo es mucho decir, porque quedan españoles dispuestos a ser embaucados; aunque cabría  esperar que la cordura vuelva a reinar entre tanto indignado dispuesto a hundirse antes de admitir cualquier grado de mejoría. Es hora de aunar esfuerzos, por supuesto sin pasar por encima de nadie, repartiendo equitativamente las cargas, sembrando ilusiones tangibles entre los más desfavorecidos y estrechando el cerco a quienes se lo han llevado crudo y no demuestran intención de restituirlo. Así pues, feliz año para todos,  a recordar nuestro pasado y?a remar en la misma dirección.

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