OPINIóN
Actualizado 23/08/2015
Aniano Gago

¿Qué postura debemos tener los ciudadanos del resto de España con Cataluña? ¿Ante lo que está pasando hay que quedarse de brazos cruzados, es decir, no hacer nada? ¿Mirar a las "apabardas", como dicen en mi pueblo, siguiendo el ejemplo de nuestros gobernantes autonómicos de Castilla y León? Pues no, hay que moverse, hay que apostar por acercarnos más a los catalanes. Ellos argumentan, o se creen, que no les queremos y además consideran que nos aprovechamos de ellos porque dan mucho más de lo que perciben del Estado. En esto segundo tienen razón, dígase lo que se diga, porque son más ricos y, por tanto, contribuyen más. Pero es lo mismo que pasa con los que viven en el barrio de Sarrià en Barcelona, que pagan más impuestos que los de la barriada de la Mina. La solidaridad interterritorial está perfectamente detallada en la Constitución de 1978 y es de sentido común político. Por ese motivo Alemania ayuda a los países pobres de la Unión Europea. Sabe que ayudando a los pobres contribuye a crear mercados más ricos y así ampliar las ventas de sus automóviles. Puro ejercicio práctico.

Es necesario, por tanto, hacerles comprender a los catalanes que la solidaridad entre tierras y pueblos es rentable, al tiempo que los demás debemos agradecérselo aunque sólo fuera por pura educación. ¿Cómo? Demostrándoles cariño y valorando públicamente esta realidad. Y dándoles a conocer con datosy hechos que también nos necesitan, no sólo como mercado de sus productos, sino por otras cuestiones, por ejemplo, las generadas por la geografía de la Península. ¿No recuerdan en tiempos del President Montilla los garves problemas de sequía que padeció Barcelona? Pues bien, el entonces Presidente Zapatero no dudó en ofrecerle un trasvase aguas arriba del Ebro costara lo que costara. Llegaron las lluvias a la dulce Cataluña y no fue necesario. Pero la situación demostró que Cataluña depende en algunos aspectos clave del resto de España; no sólo de pan vive el hombre.

La historia común es inmensa en intensidad, de ahí que no se pueda romper en muy pocos años por desavenencias, incomprensiones ? por las dos partes ? y políticos de mirada corta y reduccionista. Por eso los castellanos y leoneses debemos tomar la iniciativa y contribuir desde nuestras opiniones, desde nuestra actitud personal y colectiva y desde nuestras dinámicas políticas en hacer más lógica y viable la vida en común. Creo que lo primero que debemos hacer es no boicotear los productos catalanes; al contrario, aún valorando lo nuestro, lo cercano, también comprar sin problema ni prejuicio de ningún tipo la butifarra, el fuet, el cava o el aceite de Arbeca, por poner algunos ejemplos. Nuestros empresarios, por otra parte, deben dar a conocer públicamente que sus balances dependen también, en muchos casos, de Cataluña, como sucede con los agroalimentarios, empezando por las harinas y terminando por los quesos de Zamora o Valladolid, los jamones y las chacinas de Salamanca o los vinos de Toro o la Ribera del Duero. Este no es sólo un camino de venida, también es de ida, y si bien a nosotros nos gusta visitar y ver todos los encantos de Cataluña, los catalanes representan el mayor número de turistas que valoran y aprecian nuestro gran patrimonio: paisajes, iglesias, catedrales, pueblos y ciudades, museos, ríos o lagos.

Servidor estudió en Barcelona Periodismo, allí viví once años y ahí tengo familia y amigos entrañables. Siempre fui feliz en Barcelona, jamás me sentí maltratado. Pero ahora en mis viajes a Barcelona descubro que se han roto muchos puentes y que allí no nos entienden a los de aquí y que los de aquí no nos esforzamos en comprender a los de allí. Desde la escuela, desde el colegio, desde los medios de comunicación, hay que trabajar por cambiar las cosas. No sólo tiene que haber buenos aficionados al Barça, sino mucha gente que quiera a Cataluña y a los catalanes. En estos días de nacionalistas e independentistas catalanes, o extremistas españolistas, hay que imitar a Nelson Mandela: hay que demostrarles que les queremos y que no vamos a responder con más enfrentamiento o distancia, sino con lo contrario, con el acercamiento, la comprensión y la amabilidad. Escribió el escritor catalán Josep Pla en "Madrid 1921, un dietario", que el mejor pasaporte que existe es la simpatía. Pues acudamos a ella con todas las de la ley, a pecho descubierto, con campechanía y normalidad.

Recuerdo que recién estrenadas las autonomías el primer viaje oficial que hizo Jordi Pujol fuera de Cataluña como President de la Generalitat fue a Castilla y León, al castillo de Fuensaldaña, sede de las Cortes. Pujol, que siempre fue muy inteligente, valoró lo que esta tierra ha supuesto en la historia de España. Y quiso reconocerlo con aquel viaje. No fue extraño que el vino de la comida fuera Vega Sicilia. Desde entonces sólo un catalán ilustre ha sido protagonista en actos públicos por estos lares, Pascual Maragall, aparte de ministros catalanes en los gobierno de turno de la Nación.

Los estereotipos deben desaparecer, y eso sólo se consigue con más información y mejor voluntad por parte de todos. No puede ser que sólo quede en el sentimiento colectivo lo del archivo de la guerra civil de Salamanca, que tanto daño ha hecho a todos, o cosas de enjundia menor. Los gobernantes, de allí y de aquí, deben dejar de comportarse como forofos ingleses y poner cordura y grandes dosis de pedagogía para acercarnos los unos a los otros y valorar lo mejor que tenemos. Y no entrar al trapo de mesas redondas, seminarios o congresos, como ese reciente que ha querido demostrar las afrentas a Cataluña. El revisionismo de la Historia es una enfermedad de todos los nacionalismos que terminan por generar en la sociedad males incalculables.

¿Se imaginan que ahora empezaran a algunos a reclamar a Cataluña los beneficios obtenidos a lo largo de siglos por su comercio tras el Descubrimiento de América? ¿Por qué la mayor estatua de Colón en España está en Barcelona? ¿Por ser catalán, según dicen algunos, o por lo que contribuyó a la riqueza de Cataluña? ¿No fueron los castellanos, extremeños y andaluces de entonces los que más aportaron a aquella gesta o locura? ¿Hay que analizar sólo la historia desde Felipe V? Que no, que la historia común es muy larga, y que no se puede andar diciendo que si tu más y yo menos en el siglo XXI y unidos mucho más por Europa.

Que hay que hacer grandes políticas de Estado para que ganemos todos, y que la lista de agravios pasados no puede ser la que rija el futuro. Apuesto por reconducir las cosas, por hermanarnos más que separarnos, por valorar las diferencias, por apoyar el idioma catalán, por incentivar incluso su estudio en el resto de España, por comprar productos catalanes, porque en Cataluña surja otro Tarradellas, porque Aznar y demás carpetovetónicos cierren el pico, y porque la sociedad civil, la empresarial, económica y financiera, como La Caixa, ponga sobre la mesa los mutuos intereses. Yo abrazo a Cataluña. ¡Visca Catalunya!

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