OPINIóN
Actualizado 21/08/2015
Juan Robles

En estos días del mes de agosto, la ciudad está prácticamente vacía, sólo se ven coches que van y vienen. Y que seguramente van a los pueblos de la provincia a participar en las múltiples fiestas que en ellos se celebran, unas porque coinciden en las fechas del calendario y otras porque se trasladan de sus días naturales, con el fin de que sean accesibles para el mayor número posible de los vecinos, que en estos días, aun estando habitualmente en otros lugares de trabajo o de retiro, se encuentran en el pueblo para pasar unos días del verano y de sus merecidas y necesarias vacaciones.

La fiesta es una institución tradicional acertada y necesaria. El hombre necesita abandonar temporalmente sus trabajos obligados, y aprovechar para sentir lo que es parte de sus raíces, y para encontrarse en actitud de diversión con sus propios paisanos. La fiesta es siempre una ocasión de encuentro y no tiene sentido si no se puede celebrar con otras personas que participan de los mismos ideales y sentimientos.

Es verdad que algunos, en estas circunstancias del regreso a los pueblos, no tendrán ganas de fiesta porque tienen reciente la pérdida de algún ser querido que ha descansado definitivamente en el lugar que le vio nacer. O porque se encuentra con la debilidad de la vejez o la enfermedad de alguno de los suyos.

Por otro lado, el gozo de las fiestas y del merecido descanso, se ha de conseguir a veces a costa de graves accidentes que, debido a la abundancia de desplazamientos en las carreteras y de los abusos del alcohol y las drogas en días tan propicios a pasarse de la raya, vienen a interrumpir los programas de descanso y los sueños de goce festivo que se preveían. Y lo malo que esto no sólo afecta a los que traspasan las leyes de la moral y de la prudencia, sino que a menudo alcanzan a los que transitaban por la misma carretera con la máxima prudencia y normalidad.

Las fiestas, entre nosotros, generalmente tienen origen y sentido religioso. Aunque hoy cada vez más se van olvidando estas dimensiones y aparece el sentido puramente civil, social y laico. Pero, en fin, todo el mundo tiene su derecho, y a los creyentes nos queda el deber de dar testimonio y anunciar los valores trascendentes que contribuyen a acrecentar la alegría, la esperanza y el amor.

Tendremos que mirar a aprovechar los valores festivos que se nos ofrecen, y contribuir a resaltar la grandeza de la fiesta, procurando la alegría y la satisfacción de todos los paisanos. Merece la pena volver al pueblo, y recuperar el valor de las tradiciones que dieron sentido a la vida de nuestros mayores, y que pueden contribuir a resaltar las mejores facetas de nuestras dimensiones humanas. Que vivan las fiestas, los cohetes y las charangas, a ser posible sin demasiados dispendios económicos, y que consigamos renovar nuestras vidas y hacer frente a las limitaciones y a las crisis que nos asedian frecuentemente. Felices fiestas a todos.

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >Pueblos en fiestas