En un lugar de la Rioja de cuyo nombre no quiero acordarme? Mi columna de opinión podría empezar así, pero el problema es que sí quiero acordarme del nombre y regresar nuevamente a ese lugar: Peroblasco.
Hace 25 años algunos "encantadores caminantes" encontraron las ruinas de un pueblo vencido por la maleza. Prácticamente todos sus habitantes se habían ido y el pueblo, casi colgado en lo alto de un pico entre montañas, amenazaba con desprenderse y cubrirse de maleza.
Hace 25 años Jesús Ateca, Rufus para los amigos, tuvo un sueño que hizo extensivo a otros "locos de las colinas" y así, consiguieron reconstruir un pueblo en el que todos los veranos se juntan unos 60 vecinos a disfrutar de la tranquilidad de la montaña y de la belleza del río que los baña. Y cada último fin de semana de julio todas las chimeneas del pueblo desprenden humo de colores para recordar que el pueblo vuelve a estar vivo. Pero no termina ahí el espíritu festivo. Celebran otro fin de semana el Entierro del bocadillo, una fiesta llena de ruido y risas (cada cual usa como tambor cualquier cacharro de la cocina) y un jamón es enterrado (un hueso de jamón) con todos los honores. Y si a alguien le apetece, se ponen de acuerdo y despliegan la pantalla y el proyector para una sesión de cine al aire libre, con mantitas y hamacas.
Y este año, nuestro querido Rufus ha creado el Primer Premio Fosforito Poético de Ediciones de la Era y con la colaboración de la Asociación de vecinos de Peroblasco y entre otros miembros del jurado nos encontrábamos Mª Ángeles Pérez López y yo. Y he tenido el honor de visitar el pueblo junto a Alberto Gil Albert como poetas invitados para el evento. Los relatos ganadores se han publicado junto a un par de poemas míos en una curiosa edición: Edición fosforito. Una caja de cerillas que guarda maravillosamente dichos textos y que se convierte en un objeto maravilloso lleno de literatura y amor.
En un lugar de la Rioja, viví una fiesta maravillosa de poesía, entusiasmo, colaboración y cariño y pude caminar hasta la zona VIP del río (esa que sólo los lugareños conocen) y saber por qué ese pueblo es tan especial y merece la pena seguir viviendo.
Gracias, Rufus y familia, Alberto Gil Albert, y todos los que nos acompañasteis, por hacer de ese fin de semana algo especial.