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OPINIóN
Actualizado 21/08/2015
Montse Villar

En un lugar de la Rioja de cuyo nombre no quiero acordarme? Mi columna de opinión podría empezar así, pero el problema es que sí quiero acordarme del nombre y regresar nuevamente a ese lugar: Peroblasco.

Hace 25 años algunos "encantadores caminantes" encontraron las ruinas de un pueblo vencido por la maleza. Prácticamente todos sus habitantes se habían ido y el pueblo, casi colgado en lo alto de un pico entre montañas, amenazaba con desprenderse y cubrirse de maleza.

Hace 25 años Jesús Ateca, Rufus para los amigos, tuvo un sueño que hizo extensivo a otros "locos de las colinas" y así, consiguieron reconstruir un pueblo en el que todos los veranos se juntan unos 60 vecinos a disfrutar de la tranquilidad de la montaña y de la belleza del río que los baña. Y cada último fin de semana de julio todas las chimeneas del pueblo desprenden humo de colores para recordar que el pueblo vuelve a estar vivo. Pero no termina ahí el espíritu festivo. Celebran otro fin de semana el Entierro del bocadillo, una fiesta llena de ruido y risas (cada cual usa como tambor cualquier cacharro de la cocina) y un jamón es enterrado (un hueso de jamón) con todos los honores. Y si a alguien le apetece, se ponen de acuerdo y despliegan la pantalla y el proyector para una sesión de cine al aire libre, con mantitas y hamacas.

Y este año, nuestro querido Rufus ha creado el Primer Premio Fosforito Poético de Ediciones de la Era y con la colaboración de la Asociación de vecinos de Peroblasco y entre otros miembros del jurado nos encontrábamos Mª Ángeles Pérez López y yo. Y he tenido el honor de visitar el pueblo junto a Alberto Gil Albert como poetas invitados para el evento. Los relatos ganadores se han publicado junto a un par de poemas míos en una curiosa edición: Edición fosforito. Una caja de cerillas que guarda maravillosamente dichos textos y que se convierte en un objeto maravilloso lleno de literatura y amor.

En un lugar de la Rioja, viví una fiesta maravillosa de poesía, entusiasmo, colaboración y cariño y pude caminar hasta la zona VIP del río (esa que sólo los lugareños conocen) y saber por qué ese pueblo es tan especial y merece la pena seguir viviendo.

Gracias, Rufus y familia, Alberto Gil Albert, y todos los que nos acompañasteis, por hacer de ese fin de semana algo especial.

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