OPINIóN
Actualizado 21/08/2015
Félix López

En un Máster de Sexología, me preguntaron, en un contexto en que no venía a cuento, si el ser humano tiende a crear vínculos sexuales y amorosos con  una sola pareja o si, en realidad, lo natural es que lo haga con varias. Una versión postmoderna  de esta cuestión habla de "poliamor", frente a monogamia. Como luego me contaron, el día anterior habían discutido este asunto, durante una hora, sin llegar a un acuerdo, formando espontáneamente dos bandos irreconciliables. Ejemplos sobre diferentes especies y culturas,  argumentos estadísticos y otros muchos más o menos fundados no consiguieren reconciliar las dos posiciones. Por cierto, ¿qué piensa usted del asunto, estimado lector, antes de conocer mi posición?

El alumno que me hizo la pregunta pertenecía a uno de los bandos del debate  y debió pensar que yo apoyaría sus tesis, seguramente quería utilizarme como un argumento de supuesta autoridad.

 Como a mi no me contaron nada de lo sucedido previamente y estaba exponiendo otro tema que quería retomar inmediatamente, respondí a la cuestión de forma lacónica y contundente, sin la cortesía que hubiera tenido con ambas opiniones. Mi respuesta fue, más o menos, la siguiente: "la verdad es que esta cuestión no tiene sentido en la especie humana, por una razón esencial, los seres humanos podemos organizar nuestra vida sexual y amorosa de muchas formas, podemos ser monógamos o polígamos, porque podemos tomar decisiones sobre nuestra vida sexual y amorosa con libertad, la sexualidad humana está en el reino de la libertad, no es solamente instintiva".

De haber sabido la seriedad y virulencia de la discusión previa, hubiera hecho una introducción más larga, aludiendo a tantas páginas escritas sobre el tema, las comparaciones con otras especies y, sobre todo, manifestando mi respeto por las dos posturas. 

Pero lo cierto es que les dije en pocas palabras lo que realmente pienso sobre le tema: la sexualidad animal es instintiva, las hembras solo aceptan la relación cuando están en celo (salvo alguna especie muy cercana a nosotros) y los machos están siempre disponibles; ni las unas, ni las otras pueden tomar decisiones sobre su  vida sexual y amorosa. Su sexualidad es instintiva, está preprogramada.

 La mujer, a diferencia de otras hembras, puede tomar decisiones sobre su vida sexual en cualquier momento del ciclo, estando embarazada y después de la menopausia. Y puede disfrutar de la sexualidad en todas estas situaciones. Los hombres también pueden decir Sí o No ante la oportunidad de tener relaciones sexuales. Unos y otras somos dueños del Deseo y la Atracción, podemos seguir sus inclinaciones o renunciar a ellas. Incluso podemos decidir tener relaciones por condescendencia para con la otra persona, aun sin Deseo y sin Atracción por ella. También podemos ser monógamos, encadenar varias monogamias sucesivas, tener vínculos  con varias mujeres o varios hombres. También podemos no vincularnos, limitándonos a relaciones sexuales ocasionales. Incluso podemos decidir ser célibes y no tener  relaciones sexuales. 

En definitiva, estimado lector, usted es libre de organizar su vida sexual y amorosa de maneras muy diversas; sepa que puede tomar decisiones. La sexualidad humana y la vida amorosa ha dado un salto cualitativo que nos permite y obliga a tomar decisiones; en ello está nuestra grandeza y también nuestros posibles errores.

La libertad, le dijo con solemnidad Don Quijote a Sancho, es el don más grande que nos han dado los dioses. Pues sí, razón tenía Cervantes al poner estas palabras en boca del sabio Don Quijote, también aplicables a la vida sexual y amorosa.

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