Los artesanos ven en las ferias una de sus pocas salidas para mantener un sector en crisis permanente y que apuesta por la calidad
Los artesanos del barro son conscientes de que viven en un sector complejo. Su apuesta por la calidad de los productos no siempre se corresponde con el apoyo de los usuarios e instituciones. Por eso las ferias suponen un buen escaparate para promocionar las ventas de un trabajo artesanal hecho con mimo. Y concretamente la de Salamanca, que este año ha echado el cierre con un incremento de las ventas. "En comparación con 2014, el balance de esta edición es positivo; ha visitado la exposición más gente año y se ha producido un incremento en la comercialización de los productos", destaca Óscar Dueñas, presidente de ARBASAL, quien pide a los líderes locales que la próxima vez colaboren más.
En la capital del Tormes ha presentado sus trabajos Francisco Saavedra, un artesano de mediana edad y natural de Salvatierra de los Barros (Badajoz). Viene a la ciudad casi todos los años, ya que, a su juicio, la feria es un reclamo inmejorable: "Supone un acontecimiento relevante y sirve para aumentar las ventas". Incremento que este año sí ha percibido y que lo atribuye a un repunte del turismo: "Este año he visto en la capital a más gente de otras provincias y eso también se ha notado en la exposición". Aun así, mantiene los pies en la suelo; conoce de primera mano el mal momento que atraviesa el gremio: "El sector se encuentra en decadencia, sufre la crisis en mayor medida que otros colectivos". Pero Francisco apuesta por luchar, por seguir al pie del cañón. Y para lograrlo considera imprescindible recurrir al talento que todo artesano guarda en su interior: "En esta época no queda más remedio que despertar la creatividad y mejorar los diseños".
Eligió la alfarería por tradición. Pertenece a la cuarta generación de una familia de alfareros: "Mi bisabuelo, mi abuelo y mi padre se dedicaban a esto". Y no se arrepiente de la decisión que tomó, porque le apasiona su trabajo. Ya de niño mostraba interés por el oficio de su progenitor. "A los nueve años empecé a jugar con el barro y a manejar el torno", recuerda con gesto sonriente. Y por supuesto nunca ha barajado cambiar de oficio, ni en los momentos más complicados: "Me dieron la opción de dedicarme a otra cosa, pero lo descarté. A mí me encanta este mundo y no lo dejaría ni por un puesto de funcionario", dice con expresión jovial.
También ha mostrado sus creaciones en un stand de la plaza de los Bandos Víctor Dueñas, un alfarero de mediana edad y vecino de Alba de Tormes. Sus creaciones han convencido a los turistas extranjeros: "A mi puesto han acudido portugueses, italianos, británicos y asiáticos". Clientes que le han permitido incrementar ligeramente sus ventas. Sin embargo, pese al repunte, ve un horizonte oscuro: "El sector está destrozado, hundido", afirma con pena. Y, para combatir la crisis, sigue apostando por las piezas clásicas. Eso sí, de vez en cuando, recurre a los diseños más arriesgados: "A veces decido innovar, pero, generalmente, mis trabajos giran en torno a los cánones tradicionales". Lleva más de tres décadas en la profesión. Procede, igual que Francisco, de una familia de alfareros: "La primera incursión de mis antepasados en el oficio se remonta al año 1700". Y a estas alturas descarta buscar otro empleo: "La situación está complicada, pero no me imagino trabajando en otro lado, así que confiemos en que la situación mejore".
Para Julián Noblejas, un ceramista de mediana edad que tiene su taller en Sotobañado y Priorato (Palencia), el declive del gremio se debe, en parte, a la actitud de las instituciones. "Los artesanos nos encontramos desprotegidos, ya que la Constitución nos equipara con los ganaderos, los pescadores y los agricultores, pero a todos ellos los tratan mejor que a nosotros", afirma con indignación. Según sostiene, el sector está soportando la dejadez de la Administración, y exige a los líderes políticos que modifiquen su postura: "Es hora de que empiecen a colaborar un poco", subraya. Hace unos años, a tenor de lo que indica, había más ayudas para sufragar los costes derivados de las muestras e incluso, a tenor de lo que señala Julián, se hacía lo posible para que los artesanos comercializasen sus creaciones en el extranjero. "Estamos dejados de la mano de Dios y no nos lo merecemos", apunta con gesto serio. Además, exige a los poderes públicos que doten de más medios técnicos a las ferias, ya que, a su juicio, las infraestructuras que ponen a disposición de los alfareros y los ceramistas son escasas.
Julián ha estado en la plaza de los Bandos y también ha percibido una mejoría en comparación con el pasado año: "Me ha ido bastante bien; ya en 2014 noté un crecimiento y esta edición ha sido más próspera". Un balón de oxígeno para seguir hacia delante y recuperarse de los estragos de la crisis económica. Le apasiona su trabajo, pero hace unos años, después de casi tres décadas de trayectoria profesional, estuvo a punto de tirar la toalla: "Tenía una tienda en Ciudad Real, pero la tuve que cerrar y, durante una temporada, pensé en preparar una oposición". Sin embargo, su pasión por la cerámica pudo más que el repentino deseo de convertirse en funcionario. "Acabé dando un paso atrás para coger un impulso y seguir aquí", recuerda.
En otro de los puestos de la plaza de los Bandos ha estado Jesús Sieira, un sevillano de 41 años que se dedica a la alfarería y que tiene el taller en Jerez. A su mente vienen los tiempos en que el artesano gozaba de prestigio. "Antes, hace años, el alfarero era un tipo que estaba muy valorado; le daban alojamiento cada vez que se trasladaba y las exposiciones eran gratuitas", evoca con nostalgia. Sin embargo, en estos momentos, según indica, el dinero que obtiene de comercializar sus creaciones apenas le da para afrontar los costes: "Me gasto doscientos euros en gasoil, otros doscientos en dormir y, con lo que abono por exhibir mis productos en un stand, al final no me salen las cuentas". Por eso, igual que Julián, exige a los dirigentes públicos que se impliquen más: "Estamos abandonados; apenas recibimos ayudas y, para optar a ellas, debemos invertir mucho dinero". Al menos, este año las ventas no han decaído en comparación con 2014 y eso le ha proporcionado un respiro: "En la época más dura de la crisis económica, apenas acudían a comprar y, durante estos días, dentro de lo malo, no se ha producido un descenso".
También en uno de los expositores ha mostrado sus creaciones Tomás Pérez, un alfarero de la localidad de Alba de Tormes. Ha notado más afluencia de público este año. Y las ventas, a su juicio, han registrado una mejoría: "He hablado con muchos de los artesanos y me han comentado que los cuatro días se les han quedado cortos". A su vez, Tomás ha echado en falta el compromiso de las autoridades. Y por eso lanza dos propuestas a la Administración: "Sería conveniente que bajase las cuotas y promocionara más la muestra; no en vano la publicidad es indispensable para dar a conocer las creaciones".