Del egotismo
Defiende mi amigo Ernesto, que en todos los partidos y grupos políticos de derecha, de izquierda o de centro, hay personas que alardean de haber sacrificado sus brillantes y exitosas vidas profesionales para dedicarse a la cosa política. Es fácil comprobarlo; todos hemos visto como a algunos hombres públicos se les llena la boca con palabras como altruismo, desinterés y generosidad?, o pregonan que se dan a los demás como el pan de los pobres?, o que trabajan para el bien común, eso que ahora le dicen "ciudadanía".
Mas Ernesto afirma que en la humilde soledad de su dormitorio, estos señores se miran el ombligo con tanta atención, y tan a menudo, que han llegado a convencerse que su ombligo es el centro del mundo.
Este egocentrismo ombliguero está basado en el convencimiento de que lo más importante de la vida está a una cuarta del ombligo. A saber: en primer lugar la cartera dentro de su bolsillo como si se tratase del Arca Boba de la Universidad salmantina, por aquello que no se le ve el fondo; el segundo puesto lo ocupa su estómago, con un hambre de siglos que no logran saciar ni las mariscadas oficiales, ni una galerna de chuscos, ni todos los mercados, lonjas y centros comerciales del país; y, por último, la bragueta, con las desmesuras de la erótica del poder, siempre enhiesta, sacando los pies del plato, escupiendo por el colmillo y dispuesta a intervenir para lo que tú supones.
Ernesto termina advirtiéndonos contra estos egotistas ombligueros, porque en nombre del pueblo, de la libertad, de Dios, de la Patria, de la igualdad, de la concordia, de la solidaridad, del ecologismo o del sursum corda, se agarran a la teta que pase por sus cercanías (a cualquier teta) con un entusiasmo tal, que para ellos quisieran ese agarre piojos, pulgas o garrapatas, por un suponer.
¡Ojo! y sin perder nunca de vista su ombligo.