En torno a la mesa camilla con faldillas en la calle los Tilos, con Martín y Leo, desde ayer hasta hoy.
Cimientos de pan y carbón, Gabriel y Galán, el ferrocarril, que nos dio y también quitó la vida; "La estación de los Redondos".
¡Nada más grande que la familia!
Lo nuestro es pasión, devoción por los pequeños y respeto a los mayores. Nuestras retinas fijaron al hombre con boina y trote andarín, al coleccionista de sellos, monedas y nietos.
La mesura y ternura se llamaban Leonarda.
Ayer y hoy, recuerdo y mañana. Nos unen nuestras manos, miradas y sangre.
¡Qué orgullo y qué responsabilidad! Honrar a los nuestros y acariciar el futuro con la memoria viva.
Creo en ti, Redondo, me lo diste todo, cuna, cobijo, alegría, cariño y vida.
Nos iremos yendo, con la cabeza alta, pero nunca, nunca, nunca del todo.
A la familia Redondo.