OPINIóN
Actualizado 12/08/2015
Miguel Mayoral

Los que han visitado la Academía de Artillería han podido leer en una de sus paredes una lápida de mármol en la que están escritas las palabras del General Gª Loygorri, artillero ilustre: "Cuando una educación noble e ilustrada despeja el entendimiento y fortalece el corazón aunque no alcance a transformar en héroes todos los jóvenes que la reciben, tiene una gran probabilidad de predisponer a muchos y de conseguir algunos". Con motivo del primer aniversario de la Coronación de Felipe VI se van a entregar las medallas del Mérito Civil a ciudadanos que han hecho servicios relevantes a España desde la administración y fuera de ella. Sin duda premiará el valor ciudadano.

La educación en valores cívicos y militares, que no son muy diferentes, es muy importante para ser buenos ciudadanos. Una de las virtudes militares es el valor debe surgir de nosotros frío y sereno, razonado, al tener un concepto claro de los ideales que rigen la vida militar. No por ello debe de dejar de ser una virtud cívica. Este tipo de valor que podemos clasificar de moral, no va a necesitar de actos espectaculares para acreditarse ni de hechos asombrosos. Pero al estar impreso en nuestros corazones nos da el control cuando nos encontramos en situaciones bajo presión. El valor es una virtud distintiva del Ejército. El valor nos hace ser capaces de sobreponernos a la fuerza del instinto, en ser capaces de dominar el miedo. El valor nos hace tener miedo a tener miedo para seguir adelante..

Una de las condiciones en las que nos vemos o podemos vernos obligados a actuar bajo presión es la de disparar repeliendo un ataque, que no tiene nada que ver de disparar haciendo punteria sobre dianas de cartón. Los aficionados a la caza que hayan parado la embestida de un animal peligroso, un jabalí por ejemplo, saben de sobra que en esos momentos el tiempo se detiene, y si no se pierde el temple somos capaces de realizar un sinfín de actuaciones que nos darán el resultado que pretendemos abatir a la pieza y salvar la vida. Salir del lance de forma positiva.

Nuestras capacidades bajo presión en gran medida dependen del control de nuestra mente. A mayor control mayores serán los resultados. Para ello la rutina y el entrenamiento son importantes. Para algunos todas las tácticas y movimientos que se realicen durante la neutralización de un ataque son una pérdida de tiempo, lo que realmente importa es acertar con precisión y principalmente al primer disparo. Pero lo más normal es que el disparar mientras se sale de la línea de tiro del adversario, sólo sirva para, tres cosas, fallar los disparos, correr el riesgo de tropezar y caer, y para seguir entrenando. El manejar las armas de forma rutinaria es muy importante. Como con la inteligencia, nuestra mejor arma. Es decir sin miedo y con la mayor naturalidad. De esta forma damos más tiempo a la mente para estudiar al adversario.

Por desgracia como ya se ha apuntado, la realidad es sólo una, la presión del tiempo, que podemos experimentar en la vida diaria, no se acerca ni de lejos a la presión vital de defender la propia vida en un instante.

En esos momentos el tiempo se detiene, todo va a cámara lenta. Todos nuestros sentidos se multiplican frente a nuestros agresores que no son ineptos, lentos ni indecisos, pues el malo también suele acertar con su ataque. La realidad supera con mucho a la ficción.

La diferencia entre el fracaso y nuestra supervivencia está en el valor, la capacidad de afrontar el peligro de cada uno, que es resultado del entrenamiento que nos da la vida a cada uno de nosotros, y de forma fundamental del espíritu cívico y militar, es decir, la suma de las virtudes cívicas y militares de las que estemos empapados. De ahí la importancia de cultivar las virtudes cívicas y militares durante toda nuestra vida y poner todo lo que podamos de nuestra parte.

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