OPINIóN
Actualizado 12/08/2015
Fernando Segovia

Vuelvo a atravesar la península de uno a otro extremo, y observo la actividad a través de las carreteras. Comparo unas cuatro comunidades y la diversidad de sus asentamientos poblacionales, el desarrollo de sus economías y la actividad que se genera a lo largo de su geografía. Todo ello en el trayecto de unos setecientos kilómetros de viaje en cada dirección.

  No sé si los lectores habrán escuchado cada mañana por radio los partes machacones de la DGT, y la coletilla eterna del ya consabido atasco de varios kilómetros en las entradas de Murcia. Los veo y los sufro cuando estoy allá. Y doy fe que son muy extensos y desesperantes. Sin embargo eso denota actividad, movimiento de personas y mercancías. Sobre todo transporte pesado. Y múltiples variedades de ese transporte. Desde ganados, productos del campo, combustibles, tecnológicos y de multitud de servicios. Y eso también se nota en el sur de Castilla-La Mancha. Exageración de trasporte pesado en tránsito para Andalucía, Extremadura o Portugal. Y actividad en interminables campos de vides, almacenes, fincas de secano y pueblos cercanos a la ruta y con poblaciones que andan (o superan) los diez mil habitantes en cada uno. Madrid y alrededores es caso aparte siempre. Las ciudades dormitorio, el cinturón industrial y la confluencia de caminos. Infinidad de movimientos y actividad frenética, camiones ligeros y pesados, vehículos particulares. Y riqueza que se aprecia y se mueve.

  Toledo y todo el norte de La Mancha también es caso singular para considerar. Inmejorables comunicaciones por todos lados. Y bastante más escasa actividad. Carreteras impecables y mucho menos tráfico. Se ve que Toledo es ciudad más turística y pujante capital administrativa. Ese falso progreso que se cimenta sobre decisiones políticas y gustos viajeros del turista. Luego ya paso a la realidad palpable de nuestra comunidad autónoma por Ávila. Peores carreteras, laberintos que pasan por medio de pueblos, rotondas cada dos por tres en cruces traicioneros, y pasos de puentes incapaces de albergar doble dirección (eso ya tan arcaico de la espera a la entrada del puente). Eso sí, en nuestras carreteras comunitarias la administración permite la velocidad  a cien, cuando en la misma carretera en la comunidad anterior sólo se puede llegar a noventa. Y también menos tráfico (veraneantes o camiones de servicios). Veraneantes madrileños la mayoría. Y más atraso en general, menos industria visible (muchas ya cerradas) y población escasa y muy dispersa.

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