OPINIóN
Actualizado 10/08/2015
Rubén Martín Vaquero

Guataqueando

"Cuando llegue la luna llena iré a Santiago de Cuba?" dejó dicho Federico García Lorca, y ese deseo ha debido calar hondo en los políticos americanos.

¿Por qué? Porque por esa entrañable y paradisíaca isla caribeña han desfilado la mayor parte de los Jefes de Estado y de Gobierno de ese continente. Alcanzado el poder y la legitimidad en las urnas, a los líderes de Centro y Sudamérica les ha faltado tiempo para pedir audiencia en el Palacio Presidencial de La Habana e ir a recibir, humildemente, el plácet, y el espaldarazo, y la imposición de manos, y la bendición Urbi et orbe, y el beneplácito, y la conformidad del pope mayor.                             

Según cuentan, al verlos el gran líder tira de hisopo, cargado con agua bendita y humo de cigarro puro, y en un abrir y cerrar de ojos exorciza al candidato de veleidades imperialistas. Y aseguran las lenguas de doble filo que al momento lo deja confirmado como líder carismático y populista del mundo democrático. Conseguido el visto bueno por el sancionador-aprobador, el aspirante puede regresar a su país hecho unas pascuas.

Faltaba el Sr. Obama, pero se ha puesto manos a la obra y más pronto que tarde le veremos entrar en la ciudad desde el Castillo de los Tres Reyes Magos del Morro. Ya sólo faltarán dos.

Según la agencia de prensa del Vaticano, el Papa Francisco, alias Jorge Mario Bergoglio, visitará la isla de Cuba el próximo otoño y se entrevistará con el Gran Patriarca. Esperemos que las bendiciones las imparta el Sumo Pontífice de Roma, no el caribeño por mucho "que sea el que más mea".  

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