Este será mi último artículo aquí, por ahora. Como decía la canción de Los Módulos, "todo tiene su fin" y esta singladura mía por las páginas dominicales de este diario llega hoy a su término, después de un año de publicaciones semanales.
Ha sido una experiencia bella, instructiva y gratificante que, sin embargo, debe ceder en favor de otras ocupaciones y proyectos. No descarto que en otro momento volvamos a vernos por estas páginas, pero por el momento, se impone una pausa.
Tengo que agradecer a mi Director ?Juan Carlos- su apoyo, ánimo y, las más de las veces, comprensión; pero sobre todo, tengo que aplaudir su capacidad de escuchar y su decidida vocación a favor de la Libertad de Expresión, con mayúsculas. Jamás un comentario inquisitivo, nunca una palabra ingerente, de ningún modo una sugerencia ni una orientación, ni nada que pudiera condicionar ?por más levemente que fuese- lo que los columnistas escribíamos y queríamos escribir. Él, claro, profundamente salmantino y amante de su patria chica, hubiera querido siempre que artículos y columnas se orientasen hacia nuestra tierra y nuestras cosas. Cuando pudo ser de tal modo, nos agradeció y felicitó y cuando la actualidad imponía otros asuntos, nos agradeció y felicitó. Un Señor en el auténtico sentido del término. Un charro lígrimo que diría don Gabriel y Galán ?ya sé que se llamaba José María y que con el apellido no va el "don", pero a mí me gusta así-.
Y no podrá achacárseme afán adulador porque disfruto de la independencia moral del que se marcha y eso me permite decir lo que se me antoje, en cualquier sentido que mi antojo vaya.
Y por eso, repito: Gracias, Juan Carlos.
Gracias también a mis lectores, si alguno llegué a tener: mi gratitud más sincera hacia todos ellos y mis disculpas por los días en que fuera mi pluma más espesa que mi deseo. Si he logrado que alguien en algún momento se haya parado a reflexionar sobre cualquiera de las frases que publiqué aquí, el objetivo estará cumplido y mi propósito satisfecho.
Y, por ese afán, por haberme permitido compartir con vosotros mis pensamientos y opiniones, gracias también. La vocación del que habla es ser oído, pero no valdría nada sin la generosidad del que escucha.
Y Gracias ?mayúsculas, sinceras y cariñosas- a mi Santa ?cómo no-, que fue la más paciente, eficaz e ilustradísima correctora de pruebas que jamás ha habido
Hasta siempre. Un abrazo.