Pasó a la historia como pregunta pública de cuánto hay que aguantar para que por fin algo llegue o se haga: Quousque tanden, Catilina abutrere, patientia nostra? O sea, ¿Hasta cuándo, Catilina, vas a seguir abusando de nuestra paciencia? El agitador Catilina, al que hoy llamaríamos populista, seguía maquinando en la sombra contra el sistema y Cicerón lo denuncia una y otra vez en el Senado romano? Si hoy recuerdo aquello, es por razones bien distintas, se supone.
Me venían a la mente aquellas palabras ante situaciones de hoy que parecen indignas e inadmisibles pero que consentimos que se repitan una y otra vez. A modo de ejemplo, toda la llama de guerra, violencia y terrorismo que se asienta en medio mundo; o la marea humana que huyendo, en su mayoría, de esa situación de guerra se amontona en los pasos hacia Europa, lo mismo en el Estrecho de Gibraltar o de Sicilia que en el de Calais; sin olvidar "el paso" mortal de miles y miles desde Méjico a EE.UU o ese pozo negro de la pobreza y del hambre en muchos países subdesarrollados y del que si no se le pone remedio brotará cada vez más y sin remedio una violencia incontenible que no detendrán vallas ni muros ni centros de reclusión. Sin olvidar esa fuente de violencia y hasta de asesinato que son tantas familias desestructuradas y quebradas que va más allá de una cuestión, así llamada, "de género". Sí, efectivamente, ¿hasta cuándo?
Por los años 60 - ha llovido mucho desde entonces pero tendría que haber llovido a cántaros - Bob Dylan repitió la vieja pregunta: How many roads must a man walk down? y así seguimos, preguntándonos lo mismo desde hace años y años. Y me lo preguntaba esta misma semana ante los cientos de ahogados en el mar buscando la vida en otra orilla o los asaltos al túnel de Calais; o ante el joven que aparece muerto dentro de una maleta en el coche de su hermano o en los niños asesinados en esta misma semana. ¿Hasta cuándo?
Cada día, desgraciadamente, hay razones para cantar con Bob una y otra vez, entre la indignación y la congoja. ¿Cuántos caminos habrá que recorrer todavía hasta llegar a un mundo abierto y justo? ¿Cuántos mares habrá que cruzar para que no haya pateras ni razones para subirse a ellas?
¿Cuánta justicia social tendrá que venir para que cada familia tenga lo suficiente para vivir en paz y al abrigo de toda violencia? ¿Seguirá estando la respuesta en el viento? Sería ya la hora de detener el viento y bajar la respuesta a ras de mundo y de humanidad?
Pero, salvando algún sobresalto pasajero, todo sigue rodando como si no pasara nada. Los semáforos siguen con lo suyo, los políticos hacen sus discursos y buscan sus votos, los periodistas andan con artículos como éste, los curas recitan sus oraciones, las diócesis celebran sus largas asambleas, los comentarios habituales siguen siendo sobre el tiempo y el calor, los buenos parecen que lo siguen siendo, los poderosos siguen mirando para otro lado, etc., etc? y no pasa nada. ¿Qué tiene que pasar en el mundo para que por fin nos parezca que pase algo? ¿Hasta cuándo?
Honor y gloria, con la música de Bob al fondo sonando en el viento, a los miles y miles de ahogados miserablemente en aguas de estrechos y golfos, a los cientos de miles que los despidieron con expectación y esperaron con ansia sus euros y sus noticias, a cuantos no fueron nada ni nadie, a todos los muertos malamente de bala barata. Honor y gloria a todos ellos.
El buen Dios se habrá encargado de organizarles personalmente la llegada a la alta costa del mar de los mares. Quedó prometido y no es para menos. Ah, sin olvidar que sospecho que además ese buen Dios tiene hoy muchas manos que acompañan, abrazan, luchan, rezan, defienden, crean justicia y hacen panes y paces cada día? Tampoco esto hay que olvidarlo.
Mientras tanto, a la vez, seguimos por aquí, por el llamado occidente rico, mano sobre mano, haciéndonos preguntas pero sin hacer apenas casi nada. Casi nada de nada. Quousque tanden, Catilina, abutere?? ; o sea: ¿Hasta cuándo?