OPINIóN
Actualizado 03/08/2015
Jotamar

Tengo una mala costumbre, podríamos hablar, de igual modo, de deformación profesional por cuanto, cuando me voy por las calles sin rumbo definido, lo hago en continuadas descubiertas, mirando a un lado y al otro, y eso me lleva en multitud de ocasiones a no ver a las personas, no saludar al amigo en un gesto de despiste -tal pareciera mala educación- por ese vicio de escudriñar piedras, alturas, ventanas, torres y campanarios.

Y en ocasiones, también, lo que descubro me inquieta, presiento el peligro, la obra no bien hecha y la posibilidad de un nuevo atentado a esta Salamanca Patrimonio de la Humanidad.

La otra mañana, viendo a los obreros entre los andamios de la Casa de las Conchas, desvié la mirada hacia el edificio que hace esquina con la calle Jesús, en cuyo tejado se han instalado unas vallas. Quiero creer y así me lo parece, que se trata de una necesaria reparación del tejado, alguna filtración, una gotera; pero es nuestro deber estar alerta, que ya sabemos como se las gasta el personal, y conocemos y lamentamos algunas obras no tan lejanas que se colaron de rondón, en muchos casos por la despiadada especulación, en otros por inventos absurdos en una ciudad cuya monumentalidad no precisa de experimentos.

Así, como sin querer, se me vienen al caletre casos sangrantes cual graves barrabasadas sin remedio que nos han legado artistas de medio pelo. Dicen que para muestra basta un botón, el que suscribe tiene unos pocos como para completar una docena de camisas. Ahí está el acristalamiento entre la Casa Lis y el Archivo de la Guerra Civil; el casquete que le salió en lo alto a este último edificio, de tanta y absurda polémica, cuando se rehabilitó en la década de los noventa. O los soportales de la Plaza de la Fuente, realizados sin permiso para ganar espacio en las viviendas; los áticos de la llamada casa del botón charro, en Crespo Rascón, especulación para y dura; una altura más frente a la catedral, en el esquinazo de la Rúa y la plaza de Anaya; numerosas buhardillas en los alrededores de la Plaza Mayor, las más hermosa de todas las plazas? Y para rematar, el mayor atentado hasta ahora, la plaza de Colón con el mamotreto que supone el edificio de los juzgados.

Y si nos fuéramos del Casco Antiguo, eso sería ya el despropósito.

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