OPINIóN
Actualizado 03/08/2015
Javier González Alonso

El Tejo Europeo, o tejo común, Taxus baccata L., es un árbol de follaje verde oscuro que mantiene la hoja todo el año y puede llegar a sobrepasar los 15 metros de altura, aunque habitualmente no suele pasar de 8 ó 10 metros, e incluso quedarse reducido al porte arbustivo.

El nombre específico, baccatus (del latín bacca: baya), hace referencia a la envuelta carnosa de su semilla que la hace asemejarse a una baya; mientras su nombre genérico, Taxus, es el nombre romano derivado, según algunos autores, del griego taxis: hilera, por sus hojas dísticas; según otros, de taxon: arco, y; por último, de toxikon: veneno. Este árbol tiene, en efecto, partes muy venenosas, debido a la presencia del alcaloide taxina, que actúa sobre el sistema nervioso produciendo convulsiones, hipotensión, depresión cardiaca y, finalmente, la muerte.

Su madera es de excelente calidad, de color rojizo con albura amarillenta, muy dura, compacta y resistente, siendo de las pocas coníferas que puede ser curvada al vapor; se tornea muy bien y acepta ser pulida, por lo que es muy estimada por ebanistas y torneros. Su empleo tradicional era la fabricación de arcos, dada su gran elasticidad, así como de lanzas, picas, husos, ejes, recipientes, instrumentos musicales y para la construcción náutica, donde eran utilizados como mástiles, por lo que, en un tiempo, eran considerados propiedad de la Marina.

El Tejo Europeo ha pasado de ser una especie sagrada, y ampliamente difundida en la antigüedad, a estar en franca regresión. Entre las causas que explican la regresión de la especie, en su medio natural, destacan principalmente: las talas para el aprovechamiento maderero; la deforestación que, al ocasionar cambios ambientales, ha relegado la especie a aquellas zonas donde el ambiente ha permanecido húmedo y alejado de la actividad humana; su eliminación, por los pastores, debido a la toxicidad para el ganado, y; por la progresiva competencia, y dominio, de otras especies, de crecimiento más rápido.

Hasta hace pocos años, no demasiados, el tejo tenía una importancia especial, que contribuyó a su regresión, ya que de él se podían extraer sustancias con valiosas propiedades para el tratamiento de distintos tipos de cáncer. Hasta su reciente sintetización artificial, era la única fuente para una droga anticancerosa extremadamente importante: el taxol, un agente antimitótico, inhibidor de la replicación celular, con actividad antileucémica y antitumoral que, al igual que otros taxanos, se encuentran  en la corteza del tronco y ramas y/o acículas de los árboles.

Sin necesidad de salir de la ciudad de Salamanca podemos acercarnos a visitar algunos de ellos, que tienen figura de protección: bastará con acercarnos al Parque de la Alamedilla, donde se sitúan algunos con más de un siglo de antigüedad; o en la Plaza de Colón, con otros buenos ejemplares. Recordar que conviene no tocarlo en exceso. Sus bayas, siendo tan atractivas, o precisamente por ello, pueden acarrear algún disgusto.

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