Los cómicos de Etón pusieron el carro de Tepis en la escalinata de San Benito sentando a Fray Luis en sus peldaños.
Desde que al dramaturgo Tepis se le ocurrió subirse sobre un carro en la plaza de Atenas como escenario para sus representaciones teatrales, hasta lo sucedido el viernes en la escalera de San Benito donde Fray Luis de León luchaba contra la injusta cremación del nuevo cristiano sin baldío que Ángel dio vida en un pliego, el teatro de calle se ha dignificado en manos de grupos como nuestro entrañable Etón.
Generosidad, ilusión, entusiasmo, trabajo, renuncia, sacrificio, insomnio y fatiga, son los ingredientes que llevan a la profesionalización teatral, al buen oficio, a la disciplina escénica y al talento interpretativo de los cuatro jóvenes que hicieron surgir brotes verdes de esperanza en la dureza granítica de una sociedad contaminada por valores morales contrarios a los mostrados por quienes el viernes nos hicieron soñar despiertos.
Gracias, amigos, por embellecer durante una hora la chapucera vida que nos envuelve; gracias por vuestra gratitud a nuestros humildes aplausos; gracias por vuestro romanticismo enajenado que nos permitió ver la otra cara de la vida; gracias por simular una historia ficticia comprometida con la justicia; y gracias por hacer espectáculo de la farsa perdiendo vuestra propia identidad para complacernos.
Abrazamos fraternalmente a los miembros del veterano Etón, que llenaron de "mierda" la plaza de San Benito luchando por lo imposible con empeño ilusionado, donación solidaria, sacrificio hermanado, milagroso tesón y creatividad sustentada en la imaginación desnuda, en una tarde lluviosa que amenazaba con tronear el sueño y empapar la emoción, hasta de que el dios de las tormentas decidiera sumarse al espectáculo alejando nubes y temores.
Agradecemos la gratitud de los actores al recibir el puñado de aplausos porque fueron bastante para complacer las almas de Ángel, Gloria, Álvaro y Alberto, pues cuando la generosidad es grande se ve compensado el esfuerzo con unas palmadas, testimoniando así que la ambición material y la codicia no forman parte del alma de los cómicos que dieron a nuestro espíritu pinceladas de felicidad.