OPINIóN
Actualizado 02/08/2015
Marina del Valle Blanco

No soportaba el dolor de muelas que llevaba arrastrando, ya no sabía desde hacía cuánto. Sólo sabía que le duraba desde la última vez que la había visto, pero eso tampoco lo quería recordar. Le dolía casi tanto como la muela. Aun así, eso no era impedimento para tener que ir a trabajar ese día, ¡ojalá fuese así! Pero las cosas en el teatro tampoco estaban para cancelar obras, según el jefe.

 

          ?¡Hay que actuar, hay que llenar los palcos, y punto!

 

Bajó por Las Ramblas, sin ganas, mirando cada cara, a ver si alguna de ellas era ella; fijándose en todos los mimos, sobre todo en el de la bicicleta, sabía que era su favorit. Ella, siempre que lo veía, se asustaba y se reía a la vez. Y de eso nunca se olvidaría.

 

El mimo incluso se fijó en él, quizá se extrañó de verlo solo.

 

Entró en el teatro y comenzó a ensayar. Llevaba poco con la obra y todavía no se acostumbraba. Hacía semanas le parecía imposible imaginar que tal comedia absurda fuera del agrado del público, y justo ese día se dio cuenta de que hasta a él le dolía. Y no la muela.

 

Tres sombreros de copa, con la loca de Paula persiguiendo al cuerdo de Dionisio. Ahora le sonaba a algo familiar, él había decidido que en su historia ganaría la cordura; según algunos, ya no tenía edad para chiquilladas ni niñas locas que creen en el amor y en la magia. Pero al escuchar a Paula diciendo esa cantidad de ingenuas bobadas le era imposible evitar acordarse de aquella locura a la que había dejado perder.

 

No se concentraba, no entendía nada de lo que hacían los otros actores.

 

          ?¡Maldito Miguel Mihura!, ?lo maldecía por hacerle recordar.

 

Paula le dio un beso, la muela lo seguía matando, Paula lo volvió a besar; parecía que Paula le recordaba lo idiota que había sido.

 

El ensayo había acabado, y el final estaba escrito, aunque él hubiese preferido ahora que la historia fuese otra, pero eso ya no tenía cura. La única cura, tristemente, sería ir al dentista al día siguiente.  Quizá el dolor no se le fuese nunca.

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