Tenía las horas contadas.
Justo ese día.
Al despertarse le habría parecido un día cualquiera. Pero los días cualesquiera no comienzan de aquella manera. Tenía frío, en pleno agosto. De dormir solo, quizá. Se levantó antes de lo normal, como si supiera que debía aprovechar el tiempo.
Ni siquiera pudo esperar el ascensor. Tenía prisa.
En la calle ya, se olvidó de la rara sensación de frío que antes lo había invadido.
Enfrente. Nunca había visto aquella cara, le encantó su sonrisa. Esa sonrisa estaba destinada a aquella mañana.
Cruzó la calle, sin mirar. En su busca.
Un dolor en el brazo, en el pecho. Y nada más.
"Todos tenemos las horas contadas, por eso yo nunca llevo reloj ".