Ni yo. O al menos no lo somos todas las veces. O no compartimos su modo de entender la vida, de ejercer el periodismo, de hacer mal uso de la libertad de expresión convirtiéndola en insulto, ofensa y violencia ?dibujada o escrita- que sólo genera odio y confrontación. Porque los que nos dedicamos a esto, como el poeta, sabemos que la palabra ?y la imagen- es un arma cargada. Y no siempre de futuro.
Abro paréntesis: Como no hay que dar nada por supuesto, explico aquí que nada, nunca y jamás se puede justificar la violencia, el terror, el asesinato. Venga de donde venga. Vaya a donde vaya. En palabras del Papa Francisco: "Asesinar en nombre de Dios es una aberración". Cierro paréntesis.
Desconozco la legislación francesa, pero ni todas las opiniones son respetables, ni todas las portadas son morales. Ya digo que ignoro si las leyes galas amparan el insulto, la injuria y las ofensas que atentan contra el honor, la fe, las costumbres, la orientación sexual, las razas o el nivel económico de individuos y comunidades. Lo que sí sé es que el uso de la libertad de expresión tiene límites morales. Y que los míos, como los del Papa Francisco, no están de acuerdo con aquellos que sólo buscan destruir, causar daño, ofender y alimentar el odio de los que no son como nosotros.
En septiembre del año pasado, el sucesor de Pedro al frente de la Iglesia ya avisaba de que en la actualidad puede hablarse de "una tercera Guerra Mundial" que se desarrolla "por partes" mediante "crímenes, masacres y destrucciones" y por eso no deja pasar ninguna ocasión para invocar la paz. Los católicos siempre hemos sido más de unir que de separar. Nuestra religión es la más copulativa. Sí, la religión de la "i griega", de la "ye" que dicen en América: santa y pecadora; dios y hombre; virgen y madre; padre, hijo y espíritu santo?
A los que sólo buscan seguir alimentando el odio entre las personas y los pueblos levantando banderas de fundamentalismos religiosos y nacionales al servicio de bastardos intereses económicos hay que pararles los pies. Desenmascararles. Ponerles frente a un espejo para que se enfrenten a su ridículo, destructivo y doloroso comportamiento. Y a los que ?desde el poder- cobijan estas posturas con una hipocresía rayana en la más absoluta de las desvergüenzas, mucho más.
Y ya de paso que alguien me explique por qué los dos mil muertos en Nigeria son menos importantes que los 17 muertos franceses.